El Libro del buen amor
En principio se puede encuadrar dentro del “Mester de
Clerecía”. Lo escribe un clérigo, tiene un carácter culto y su fin es moralizador.
Sin embargo, no se ajusta fielmente a este esquema, ya que participa de un
fuerte vitalismo y diversión, propio también del “Mester de Juglaría”.
De su autor, Juan Ruiz apenas sabemos nada. Se supone que
nació en Alcalá de Henares hacia el 1283, que estudió en Toledo y que fue
Arcipreste de Hita.
“El Libro del Buen Amor” consta de más de siete mil
versos. Aparecen distribuidos en estrofas. Predominan las llamadas de “Cuaderna
vía”. Los temas son variadísimos: vida, naturaleza, amor, deseo, pecado, etc.
Básicamente se trata de una pseudoautobiografía erótica, donde se cuentan en
primera persona los amoríos del Arcipreste, pero se interrumpe este hilo
conductor con una serie de poemas profanos y religiosos muy fervorosos y
sentidos.
DE CÓMO MURIÓ TROTACONVENTOS E DE CÓMO EL ARÇIPRESTE FACE
SU PLANTO DENOSTANDO E MALDIZIENDO LA MUERTE
Dize un filósofo, en su libro se nota
que pesar e tristeza el engenio enbota:
e yo con pesar grande non puedo dezir gota,
porque Trotaconventos ya no anda nin trota.
Assí fue, ¡mal pecado!, que mi vieja es muerta;
murió a mí sirviendo, lo que me desconuerta;
no sé cómo lo diga: que
mucha buena puerta
me fue después çerrada, que antes me era abierta.
(...)
¡Ay, mi Trotaconventos! ¡Leal amiga experta!
En vida te seguían, mas te abandonan muerta.
¿Dónde te me han llevado?Yo no sé cosa cierta;
no vuelve con noticias quien traspone esa puerta.
El Arcipreste “face un planto”, llora la muerte de su
alcahueta, tanto por haberle servido bien como porque se le cerraron con su
muerte puertas que antes se le abrían. Metáfora en alusión clara la
intervención de Trotaconventos en sus devaneos amorosos.
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Para que se entiendan mejor, el resto de estrofas que
escojo, lo transcribo según la versión al castellano actual de María Brey.
Poder igualitario de la muerte, en estas dos:
¡Ay, muerte! ¡Muerta seas, bien muerta y malandante!
¡Mataste a la mi
vieja! ¡Matases a mí antes!
Enemiga del mundo, no tienes semejante.
De tu amarga memoria, no hay quien no se espante.
Muerte, a aquel que tu hieres arrástralo, cruel,
al bueno como al malo, al noble y al infiel,
a todos los igualas por el
mismo nivel;
para ti, reyes, papas, valen un cascabel.
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Después de describir la pérdida de la salud, de las
riquezas y de las facultades físicas, critica duramente la postura de los
herederos:
(...)
Desde que sus parientes la su muerte barruntan
para heredarlo todo a menudo se juntan;
si por la enfermedad al médico preguntan,
y él ofrece curarla, por ofensa lo apuntan.
Aun los más allegados, los hermanos y hermanas
ya no ven el momento de doblar las campanas;
más aprecian la herencia, cercanos y cercanas
que no al pariente muerto ni a las sus barbas canas.
……….