Omar Estrella (La Paz,
Bolivia, 1908 )
Poeta.
Entre sus
obras, “Brújula”, “Zodiaco del hombre”, “Altiplano eterno”, “Arquitectura del
ensueño”, “Del edén y del éxodo” y “Terruño andino”.
Cuadro
Como siempre,
esta tarde,
vuelcas en mi
tristeza sangre crepuscular, tu recuerdo.
Mis ojos, para
buscarte
crucifican su
anhelo en el horizonte
Tu voz me llega
en todos los rumores del viento;
tú me sonríes
desde la boca del firmamento.
Tu llanto
se descuelga
doliente y
silencioso
y tú, me lloras
desde los
párpados de todas las flores en el alba.
Tú solías tejer
mis días con hilo de ilusiones
bajo el verde
sombrero de este árbol que fue nuestro.
Ah, cómo te
siento en todas las cosas que ahora contemplo!
Tu voz
que se desliza
sobre el sonoro
murmullo de la vertiente.
La noche,
pincel de niebla
en lo infinito,
cambia,
silenciosa,
todos los colores del paisaje.
Mientras pasan,
volando, en bandadas silenciosas las horas
y el viento que
a carcajadas
se ríe de la
hojarasca dispersa de mis cabellos,
por entre una
bandada de pájaros bulliciosos
con alboroto de
trinos, se abre paso el silencio...
Volcándome en
la sombra de aquel pasado tan nuestro,
en un atajo del
tiempo me agarra esta noche, de nuevo
la mano de tu
recuerdo.
Omar Estrella
Aconquija en Verano
En diez días
felices de diciembre
busqué secretos
senderos de tu falda
para llenar de
aire puro mis pulmones
y el alma de
rumores de tu fronda.
Aconquija
nativo de mis hijos,
entrañable
montaña de mis nietos,
siempre retorno
a ti por recobrarte
en tu ser
milenario de victoriosa selva.
Hoy estás como
nunca, tan hermosa,
con el
concierto inefable de tus pájaros,
que a mi
corazón devuelven su equilibrio
sacudido por
vientos contrarios de la vida.
De nuevo
contemplo con emoción tu cumbre
de San Javier
que erguido ostenta
el Cristo de
Iramain, ese pariente,
sensitivo al
nivel de Lola Mora.
La estampa
consular de Antonio Torres
junto a la del
sabio entre los sabios, Miguel Lillo,
recorrieron
también estos senderos
lujuriosos de
ciencia y de poesía.
En el centro
secular de la montaña
vela por la paz
de otras cenizas
de alguien que
nutrió de altos sueños su existencia:
es Rojas Paz,
reanudando caminos de armonía.
Suben tu
escarpada y tupida alfombra
los robustos
yuchanes, los laureles,
nogales de alta
copa, pinos, eucaliptus,
lavados por la
lluvia y perfumados.
Lapachos junto
a los tarcos bien peinados,
naranjos
silvestres y moreras,
desmesuradas
lianas en los molles
buscando la
protección perpetua entre sus ramas.
Mil formas del
helecho suben por tu falda,
te escalan con
fervor hasta la cumbre
con los matices
todos del luminoso verde
que exornan tu
grandeza milenaria.
Todo cuanto
atesoró en los tiempos
el Aconquija de
sagrada estirpe
está inscrito
en la gracia exuberante
y empedrado con
piedras de colores.
Las flores del
aire aladas y graciosas
en profusión
sobre bajas y altas ramas
prodigan su
belleza y su perfume
tan grato al
corazón, que llega al alma.
En diez días
felices de diciembre
busqué secretas
sendas de tu falda,
llegando a las
suntuosas laderas de Horco Molle,
señorial
residencia del arte y de las ciencias.
Ahora te digo
adiós, llevando a cuestas,
con mi amor, mi
carga de nostalgia:
diré a mis
hijos que besé en su nombre
tu montaña
sagrada para siempre.
Queda San
Javier en lo entrañable
adentrado en el
alma del viajero
como esa eterna
congoja que en sus ramas
renuevan
expresivos tus llorones sauces.
Omar Estrella
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