lunes, 28 de septiembre de 2020

Juan Arolas (Barcelona, 1805 . Valencia, 1849)

Licenciado en Filosofía y Teología, escritor y poeta.

Entre sus escritos, “Poesías pastorales y amatorias” y “Poesías religiosas, caballerescas, amatorias y orientales”.


Sé más feliz que yo


Sobre pupila azul, con sueño leve,

tu párpado cayendo amortecido

se parece a la pura y blanca nieve

que sobre las violetas reposó:

yo el sueño del placer nunca he dormido:

sé más feliz que yo.

 

Se asemeja tu voz en la plegaria

al canto del zorzal de indiano suelo

que sobre la pagoda solitaria

los himnos de la tarde suspiró:

yo sólo esta oración dirijo al cielo:

sé más feliz que yo.

 

Es tu aliento la esencia más fragante

de los lirios del Arno caudaloso

que brotan sobre un junco vacilante

cuando el céfiro blando los meció:

yo no gozo su aroma delicioso:

sé más feliz que yo.

 

El amor, que es espíritu de juego,

que de callada noche se aconseja

y se nutre con lágrimas y ruego,

en tus purpúreos labios se escondió:

él te guarde el placer y a mí la queja;

sé más feliz que yo.

 

Bella es tu juventud en sus albores

como un campo de rosas del Oriente;

al Ángel del recuerdo pedí flores

para adornar tu sien, y me las dio;

yo decía al ponerlas en tu frente;

sé más feliz que yo.

 

Tu mirada vivaz es de paloma;

como la adormidera del desierto,

causas dulce embriaguez, hurí de aroma

que el cielo de topacio abandonó:

mi suerte es dura, mi destino incierto:

sé más feliz que yo.

 

Juan Arolas

Imagen:https://www.google.com/

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Ignacio de Luzán (Zaragoza, 1702 – Madrid, 1754)

Su nombre completo: Ignacio de Luzán Claramunt de Suelves y Gurrea. Fue un escritor críticoi español y poeta.Entre sus obras: ‘La virtud coronada’, ‘El sueño del bi¡uen gusto’, ‘A la conquista de Orán’, ‘El juis¡cio de París, ‘Leandro y Hero’ y ‘La Giganteida’


Leandro y Hero

Musa, tú que conoces

los yerros, los delirios,

los bienes y los males

de los amante finos,

 

dime quién fue Leandro,

qué dios o qué maligno

astro en las fieras ondas

cortó a su vida el hilo.

 

Leandro, a quien mil veces

los duros ejercicios

del estadio ciñeron

de rosas y de mirtos

 

ya en la robusta lucha,

ya con el fuerte disco,

ya corriendo o nadando

diestro, gallardo, invicto,

 

amaba a Hero divina,

bellísimo prodigio

sobre cuantas bellezas

Sesto admiró y Abido.

 

Negro el cabello, ufano

de naturales rizos,

realzaba del cuello

los cándidos armiños...

 

Vióla Leandro un día

en los cultos festivos

que a Venus tributaban

de Sesto los vecinos.

 

(Que era sacerdotisa

del templo y sacrificio,

y aun emulaba en todo

al sacro numen ciprio.)

 

Vióla el gran concurso

de los solemnes ritos

brillar, único asombro:

vióla y quedó perdido.

 

Y a la deidad del templo,

con el nuevo, excesivo

ardor que le abrasaba,

frenético le dijo:

 

‘Gran diosa de Citera,

de Pafos y de Gnido,

esta mortal belleza

es tu traslado vivo.

 

Perdona, pues, si a ella

tus mismos cultos rindo

y si un traslado adoro

equívoco contigo’.

 

Oyó Venus sus voces,

oyólas el dios niño,

y decretaron ambos

venganzas y castigos.

 

¿Tanto el enojo puede

en ánimos divinos?

¿Un lenguaje del alma

ha de ser un delito?

 

Dígame el que conozca

a Venus y a Cupido

si es más cruel la madre

o es más cruel el hijo.

 

Qué sé yo: cruel la madre,

cruel y vengativo

es el hijo que ejerce

tiránicos caprichos.

 

Miró tierno Leandro,

habló amante, instó fino,

ya mudo, ya elocuente,

con ojos y suspiros.

 

Oyóle Hero con pecho

ya tímido, ya esquivo,

mas poco a poco un fuego

la entró por los sentidos:

 

Un fuego que es veneno,

un fuego que es martirio;

 si es martirio y veneno

¿Cómo es apetecido?

 

De una torre en la playa

el murado recinto

de esta sacerdotisa

era albergue y retiro.

 

Allí, cautos, sus padres

del concurso y bullicio

este bello tesoro

guardaban escondido.

 

Mas contra amor, ¿qué muro

será seguro asilo

si todo lo penetran

sus vencedores tiros?

 

Leandro enamorado,

resuelto y atrevido,

los rellanos allana,

desprecia los peligros.

 

Pasar nadando ofrece

del uno al otro sitio,

prometiendo himeneos

nocturnos y furtivos...

 

El joven en la playa,

arrojando el vestido,

a las ondas entrega

con intrépido brío,

 

y alternando de brazos

y pies el ejercicio,

ágil y diestro rompe

el ímpetu  marino...

 

Fuese el favor del numen

o fuese el  norte fijo

del farol, que ya cerca

vio arder con grato auspicio,

 

o fuese amor, que suele

con prósperos principios

atraer los amantes

a infaustos precipicios.

 

Cobrando nuevo aliento

a esfuerzos repetidos,

afierra de la arena

el suelo movedizo.

 

Allí a guardarle sola

su fina esposa vino,

y al verle tiembla toda

de susto y regocijo.

 

‘Ven, esposo -le dice-,

llega a los brazos míos;

para exponerte tanto

¿cómo ha de haber motivo?

 

Amor venció tan duro

insólito camino.

¿Cómo vienes? ¡Qué numen

tu conductor ha sido?

 

Así diciendo, enjuga

los restos del rocío

salobre que del cuerpo

corrían hilo a hilo,

 

Y a la torre le guía,

aliviando el prolijo

afán con oficiosos

brazos entretejidos.

 

Entretanto Himeneo,

volando en torno, el vivo

sagrado fuego enciende

de sus nupciales pinos.

 

Pero antes que saliese

el astro matutino,

ya volvía Leandro

a su confín nativo.

 

Así todas las noches

por el silencio amigo

iba nadando a Sesto,

centro de sus cariños...

 

En fin, salió una aurora

con ceño y desaliño;

siguióse triste día

en tenebroso Olimpo.

 

La noche añadió horrores,

y para más cumplidos

dio licencia a los vientos

Éolo, su caudillo...

 

Leandro en tanto, triste,

anhelaba ver tranquilo

el mar, y ya calmados

los vientos enemigos.

 

Pero al fin, impaciente,

cediendo a su destino,

fuese a la playa, y de esta

manera habló consigo:

 

‘Corazón, ¿qué te espanta?

¿Qué importará que, tibios,

huyamos de una muerte

si de otra morimos?

 

Dijo, y de su arrestado

amante desvarío

impelido, se arroja

al mar embravecido.

 

Y a pesar de su furia

contra los torbellinos

lucha con fuerte brazo

por no poco distrito.

 

Pero ya se redoblan

del Aquilón los silbos,

levanta el mar sus olas,

aumenta sus bramidos.

 

¡Ay, mísero Leandro,

ya con dolor te miro

contiguo a las estrellas

y al Tártaro contiguo!

 

Agotadas las fuerzas,

Sin aliento, sin tino,

y del farol amado

el claro norte extinto,

 

viendo por todas partes

presente a los sentidos

de la pálida muerte

el bárbaro cuchillo,

 

a las ondas se vuelve

trémulo y semivivo,

hallar piedad pensando

donde nunca la ha habido:

 

‘Ondas, si darme muerte

es decreto preciso,

no a la ida, a la vuelta

matadme a vuestro arbitrio’.

 

Las crueles ondas niegan

al ruego oídos

y le sepultan dentro

de su profundo abismo.

 

Entonces, exhalando

el último suspiro,

tres veces a Hero llama

con lamentable grito...

Imagen:https://www.google.com/

viernes, 18 de septiembre de 2020

Alfonsina Storni (Suiza, 1892 – Mar de la Plata, Argentina, 1938)

Actriz, maestra, escritora y poeta modernista. Gran parte de su vida estuvo enferma y sufrió repetidos estados depresivos. Se le diagnosticó un cáncer de mama y se suicidó, arrojándose al mar desde una escollera.

Entre sus obras, “Languidez”, “Poemas de amor” y “Mundo de siete pozos.”

Entre sus premios, el “Primer premio nacional de Poesía y el Segundo premio Nacional de Literatura.”

Dolor

Quisiera esta tarde divina de octubre

pasear por la orilla lejana del mar;

que la arena de oro, y las aguas verdes,

y los cielos puros me vieran pasar.

 

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,

como una romana, para concordar

con las grandes olas, y las rocas muertas

y las anchas playas que ciñen el mar.

 

Con el paso lento y los ojos fríos

y la boca muda, dejarme llevar;

ver cómo re rompen las olas azules

contra los granitos y no parpadear;

ver cómo las aves rapaces se comen

los peces pequeños y no despertar;

pensar que pudieran las frágiles barcas

hundirse en las aguas y no suspirar;

ver que se adelanta, la garganta al aire,

el hombre más bello no desear amar…

 

Perder la mirada, distraídamente,

perderla y que nunca la vuelva a encontrar;

y, figura erguida, entre cielo y playa,

sentirme el olvido perenne del mar.

 

La caricia perdida

Se me va de los dedos la caricia sin causa,

se me va de los dedos… En el viento, al pasar,

la caricia que vaya sin destino ni objeto,

la caricia perdida ¿Quién la recogerá?

 

Pude amar esta noche con piedad infinita,

pude amar al primero que acertara a llegar.

Nadie llega. Están solos los floridos senderos.

 La caricia perdida rodara… rodará…

 

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,

si estremece las ramas un dulce suspirar,

si te oprime los dedos una mano pequeña

que te toma y te deja, que te logra y se va.

 

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,

si es el aire quien teje la ilusión de besar,

oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,

en el viento fundida, ¿me reconocerás?

 

Viaje

Hoy me mira la luna

blanca y desmesurada.

 

Es la misma de anoche,

la misma de mañana. 


Pero es otra, que nunca

fue tan grande y tan pálida.

 

Tiemblo como las luces

tiemblan sobre las aguas.

 

Tiemblo como en los ojos

suelen temblar las lágrimas.

 

Tiemblo como en las carnes

sabe temblar el alma.

 

¡Ho! La luna me ha movido

Sus dos labios de plata.

 

¡Ho! La luna me ha dicho

las tres viejas palabras:

 

“Muerte, amor y  misterio…”

¡Oh, mis carnes se acaban!

 

Sobre las carnes muertas

alma mía se enarca.

 

Alma ¿gato nocturno?

Sobre la luna salta.

 

Va por los cielos largos

triste y acurrucada.

 

Va por los cielos largos

sobre la luna blanca.

 Imagenes:https://www.google.com/

Alfonsina Storni

domingo, 13 de septiembre de 2020

 Romance

 

Si quieres vivir contenta,

Lisarda, que Dios te valga;

olvida, que la memoria

es una verdugo del alma.

No imagines que te adora

el que te dio su palabra,

que mueve un gusto las lenguas

y no hay gusto sin mudanza.

De palabras no te fíes,

que son ladrones de casa;

y la palabra mejor,

al fin, viene a ser palabra.

Si vive amor en tu dueño,

querrá sin duda otra dama,

que como el amor es niño,

todo cuanto ve le agrada.

No mires lo que entregaste,

y si lo miras repara

que el bien en su posesión

es menos que su esperanza.

Goza de las ocasiones

y en gozándolas te aparta,

que no hay placer que en su busca

muchos pesares no traiga.

Fácil cosa es querer bien,

que amor al descuido asalta;

lo difícil es que puedas

despedille si le llamas.

No admitas a amor de veras,

que vende su gloria cara;

y el menor dolor de ausencia

con su gusto no le paga.

Menosprecia el bien que estimas

y rendirás a tus plantas,

que el despreciar en amantes

es conocida ventaja.


 

Catalina Clara de Guzmán


 Poemas de Catalina Clara Ramírez De Guzmán - Las mejores poesías de Catalina  Clara Ramírez De Guzmán

Imagen:https://www.google.com/

 

 

Catalina Clara de Guzmán