QUEVEDO - SABINA
A raíz del “polvo enamorado”, busqué en la red y me encontré con un interesante trabajo de Juan Pablo Nayret, licenciado por la Universidad Nacional de Mar de la Plata, escritor y conferenciante.
Sostiene Juan Pablo Neyret que la poesía de Sabina tiene influencia del rock, dr Atahualpa, de Homero Manci, de Georges Brassens, de Cérsar Vallejo de Pablo Neruda, de rafael Alberti, de Fray Luis de León y Jorge Manrique…, pero sobre todo de Quevedo.
Sostiene que Quevedo está imbricado en Sabina. Sabina utiliza la ironía y el sarcasmo la mordacidad, las asociaciones impertinentes, los juegos verbales…” Sus letras de uso corriente están entrelazadas con cultismos, equívocos, retruécanos, contrastes y antítesis así como de construcciones anafóricas, al modo quevediano”. Como se ha dicho de Quevedo, también Sabina “se apresuró a reír de todo para no tener que llorar”.
……
Como ejemplo de que ambos, Quevedo y Sabina, utilizan recursos estilísticos parecidos, Neyret compara el poema “Contigo” de Sabina con el soneto de Quevedo que comentábamos hace unos días “Amor constante más allá de la muerte”.
El soneto lo tenésis más abajo. He aquí el poema de Sabina:
Contigo
Yo no quiero un amor civilizado,
con recibos y escena del sofá;
yo no quiero que viajes al pasado
y vuelvas del mercado
con ganas de llorar.
Yo no quiero vecinas con pucheros;
yo no quiero sembrar ni compartir;
yo no quiero catorce de febrero
ni cumpleaños feliz.
Yo no quiero cargar con tus maletas;
yo no quiero que elijas mi champú;
yo no quiero mudarme de planeta,
cortarme la coleta,
brindar a tu salud.
Yo no quiero domingos por la tarde;
yo no quiero columpio en el jardin;
lo que yo quiero, corazón cobarde,
es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.
Yo no quiero juntar para mañana,
no me pidas llegar a fin de mes;
yo no quiero comerme una manzana
dos veces por semana
sin ganas de comer.
Yo no quiero calor de invernadero;
yo no quiero besar tu cicatriz;
yo no quiero París con aguacero
ni Venecia sin tí.
No me esperes a las doce en el juzgado;
no me digas "volvamos a empezar";
yo no quiero ni libre ni ocupado,
ni carne ni pecado,
ni orgullo ni piedad.
Yo no quiero saber por qué lo hiciste;
yo no quiero contigo ni sin ti;
lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.
con recibos y escena del sofá;
yo no quiero que viajes al pasado
y vuelvas del mercado
con ganas de llorar.
Yo no quiero vecinas con pucheros;
yo no quiero sembrar ni compartir;
yo no quiero catorce de febrero
ni cumpleaños feliz.
Yo no quiero cargar con tus maletas;
yo no quiero que elijas mi champú;
yo no quiero mudarme de planeta,
cortarme la coleta,
brindar a tu salud.
Yo no quiero domingos por la tarde;
yo no quiero columpio en el jardin;
lo que yo quiero, corazón cobarde,
es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.
Yo no quiero juntar para mañana,
no me pidas llegar a fin de mes;
yo no quiero comerme una manzana
dos veces por semana
sin ganas de comer.
Yo no quiero calor de invernadero;
yo no quiero besar tu cicatriz;
yo no quiero París con aguacero
ni Venecia sin tí.
No me esperes a las doce en el juzgado;
no me digas "volvamos a empezar";
yo no quiero ni libre ni ocupado,
ni carne ni pecado,
ni orgullo ni piedad.
Yo no quiero saber por qué lo hiciste;
yo no quiero contigo ni sin ti;
lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.
J. Sabina
Según Neyret, Sabina en este poema emplea procedimientos totalmente barrocos, señala tres:
-Utiliza la anáfora: el “Yo no quiero” se repite dieciocho veces en dieciocho versos endecasílabos (metro preferido del barroco).
-Utiza el ablativo absoluto, “corazón cobarde” que es un recurso arcaizante: “lo que yo quiero, corazón cobarde, es que mueras por mí”. Seguramente lo usa como vocatico referido al tú femenino.