viernes, 16 de marzo de 2012

Cruz Salmerón Acosta


Cruz Salmerón Acosta (Guarataro, Venezuela, 1892 – 1929)
Sufrió desde la más temprana juventud la enfermedad llamada mal de Hansen (lepra), por lo que se refugió en Manicuare, un pueblecito en la costa de la península de Araya. Su enfermedad le impedía escribir físicamente, por lo que tenía que dictar sus poemas, postrado en la cama.
Es conocido como “el poeta del martirio”.  Sus poemas reflejan la angustia y el dolor por sus limitaciones físicas. Desde su casa podía ver el azul del mar y el azul del cielo, color que en muchos de sus poemas toma protagonismo, con significados  cargados de melancolía. 

MIRÁNDONOS

Entre tus ojos de esmeraldas vivas
te miro el alma, de ilusiones llena,
como entre dos cisternas pensativas
se ve del cielo la extensión serena.

El colibrí de tu mirada riela
sobre el agua enturbiada de mis ojos,
y de tus célicas mejillas vuela
un crepúsculo rosa de sonrojos.

Hilo por hilo la ilusión devana
y urde sueños de fina filigrana
la araña de mi vaga fantasía.

Porque cuando me miras y te miro
sale volando tu alma en un suspiro
y embriagada de amor cae en la mía.

Cruz Salmerón Acosta

viernes, 9 de marzo de 2012

Luis Alberto de Cuenca


Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950)

Licenciado en Filología Clásica, ensayista y traductor, es hoy un poeta destacado del panorama literario español y unánimemente reconocido por la crítica literaria.
El cantante Loquillo ha interpretado alguno de sus poemas, musicados por Gabriel Sopeña, en su disco “ su nombre era el de todas las mujeres.
Entre sus obres, “La caja de plata”, “Elsinore”, “Scholia”, “Necrofilia” y “El hacha y la rosa”.


Nocturno

Apagaste las luces y encendiste la noche.
Cerraste las ventanas y abriste tu vestido.
Olía a flor mojada. Desde un país sin límites
me miraban tus ojos en la sombra infinita.

¿Y a qué olían tus ojos? ¿Qué perfume de oro
y de agua limpia y pura brotaba de tus párpados?
¿Que invisible temblor de cristales de fuego
agitaba la seda lunar de tus pupilas?

Recamaste la almohada con hilos de azabache.
Tejiste sobre el sueño un velo de blancura.
Eras la rosa pálida tiñéndose de rojo,
la rosa del veneno que devuelve la vida.

La blusa, el abanico, una pluma violeta,
el broche con la perla y el diamante en el pecho.
Todo abierto y en paz, transparente y oscuro,
sin dolor, navegando rumbo a tus manos frías.

Luis Alberto de Cuenca

………

Cuando vivías en La Castellana

Cuando vivías en la Castellana
usabas un perfume tan amargo
que mis manos sufrían al rozarte
y se me ahogaban de melancolía.
Si íbamos a cenar, o si las gordas
daban alguna fiesta, tu perfume
lo echaba a perder todo. No sé dónde
compraste aquel extracto de tragedia,
aquel ácido aroma de martirio.
Lo que sé es que lo huelo todavía
cuando paseo por la Castellana
muerto de amor, junto al antiguo hipódromo,
y me sigue matando su veneno.

Luis Alberto de Cuenca