domingo, 22 de abril de 2018


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Benedicto Lorenzo de Blancas (Blancas, Teruel, 1920 – Zaragoza, 2010)


Licenciado en Filología Románica, maestro, funcionario, escritor y poeta, perteneciente el “Grupo de poetas de nike”.


Entre sus obras, “Sonrisas”, “Voz interior”, “Fondo de soledad” “Norte de soledad” y “Víspera de ti.”



Contacto

Toda la gracia me bautiza cuando
como un agua bendita estoy sintiendo
que una grata pasión me está invadiendo,
que una dulce ilusión me está llenando.

Estoy la ciencia entera desvelando,
mientras testigo soy, mientras entiendo
de la ternura que me está prendiendo,
de la hermosura que se está mostrando.

Guiado de una estrella estoy viniendo.
Estoy llegando a ti. Estoy llegando,
mientras la expectación te está sintiendo.

Mientras la aceptación estás hilando,
ya tu respiración me está envolviendo,
que, de puntillas, se me está acercando.

Benedicto Lorenzo de Blancas


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Madre

Desde que no te tengo, ni me tienes,
desterrada ternura, madre mía,
te llamo a cada hora y cada día
espero la llegada de los trenes.

Pero tú nunca vienes, nunca vienes
a compartir tus penas con las mías,
como hacías entonces, como hacías
antes de que existieran los andenes.

No sabes cómo duelen las heridas
cuando no hay quien las cure por las noches,
no sabes cómo animan los reproches

mezclados con los besos y las manos.
Cuando se pide o se llama en vano,
no sabes qué difícil es la vida.

Benedicto Lorenzo de Blancas


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El azafrán

Un mar de flores violeta
en la fría madrugada;
un tibio sol en que apenas
se desvanece la escarcha;
un ajetreo de manos
de estremecidas muchachas,
(un préstamo convenido
de vecindad castellana,
un rito que se consuma
en una cita del mapa),
que cortan el firmamento
y lo ponen en su halda.
De aquel mar azul violento
las mozas que lo domaran
al carro que las espera
llevan las cestas colmadas,
llenas de grandes ojeras
y las bermejas pestañas.
Cuando otra cesta se extiende
sobre aquel mar, que ya es playa,
que importa copas de anís,
chocolate y mantecadas,
entre risas y decires
que hacen moza la mañana.

Al mozo de la cuadrilla
han asaltado las mozas;
le quitan los pantalones,
sus intimidades violan.
Nadie sabe lo que ha habido
en tan singular alcoba;
quién resultará vencido,
de quién fuera la victoria;
el mozo nada declara,
las mozas nada pregonan;
sólo es tiempo lo dirá,
cuando los trigos engordan.

La mesa llena de rosa
que ágiles manos amenguan.
Los silencios y los diálogos
sabiamente se entremezclan.
Como fruto de la tarde
y el afán que los alienta
montones de rojas brines
que la jornada compendian.
Al límite de la tarde
hay una pequeña tregua.
Salen las esbrinadoras
 (y los mozos las esperan).
Se despiertan las guitarras,
se desperezan las piernas,
y en un singular instante
el ámbito se hace fiesta.
Y otra vez el ritmo mágico
se oye después de la cena…
hasta que a la media noche
fina el montón y se acuestan.

Cuando el ama de la casa
tuesta la roja cosecha
y brilla en el blanco lienzo
 la síntesis que la expresa…
el aroma que se expande
hasta el horizonte llega.
Broche de una teoría
de trabajos de una tierra.
Arcángeles invisibles,
escultores y poetas,
están grabando en el tiempo
un año más y unas fechas.

Benedicto Lorenzo de Blancas

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