Encarnación Ferré (Monzón. Huesca, 1944)
Maestra,
Licenciada en Filosofía y Letras, Doctora en Psicología, Master en Medicina
Naturista, escritora y poetisa.
Entre sus
obras, “Hierro en Barras”, “Memorias de una loca”, “Hijos de la arena” y
“Cartas del desamor.”
Entre sus
premios, el Primer Premio de Teatro del Ministerio de
Educación y Ciencia y el
Premio Internacional Goralski, Canadá.
De una madre que acaba de
tener un hijo
¡Oh Dios de
amor y Dios naturaleza!
¡Oh Dios
justísimo pero nunca cruel!
Inmenso como
el mar para los hombres.
¡Oh miel,
almíbar y consuelo!
¡Oh magnánimo
dueño de seres y de coas!
En tu ara y tu
mano sacrosanta
deposito este
fruto de mis días.
A tu rincón
calmado hago llegar
como paloma
nueva
el diminuto
ser que habitó mis entrañas.
Tan frágil
como soy
y tan
absurdamente como tiende a engreírse el humano,
preciso
comprender
que ni el hijo
ni yo seríamos nacidos
si no lo
hubieses Tú dispuesto en un principio.
Que he sido el
instrumento
para hacer
florecer tan dulce esqueje de mi arisco rosal
y que, siendo
herramienta
del genial
artesano que tu eres,
por el
engreimiento no me deje morder.
La vida de mi
hijo es sólo tuya
y en tus manos
la dejo para siempre.
Pero, pues que
soy madre
y a las madres
nos diste tan fuertes sentimientos,
déjame
suplicarte que lo incluyas entre tus elegidos.
Ahuyenta los
abrojos del sendero que tendrá que pisar.
Que no le
venza el mal ni triunfen sobre é sus enemigos.
Dale recto
juicio y caridad y fe
y una fuerte
esperanza en el mundo invisible y venidero.
Pero en éste
en que viva sus materiales días,
protégelo
constante y complaciente.
Te lo ruego
con fuerza. Te lo encomiendo eterno.
Y a mí
ilumíname para que acierte a amarlo y guardarlo
igual que hizo
tu Madre
cuando naciste
Niño por nosotros. Amén.
El pueblo vacío
Se quedó vacío
el pueblo,
todos le han
dado la espalda
y en las
calles ya no hay niños
corriendo tras
de las vacas.
¿Dónde están
aquellas viejas
que jugaban a las cartas,
cuando da el
sol en la torre
a las puertas
de sus casas?
Jamás olerán a
pino,
a membrillo y
a manzana,
ya no se secan dormidas
sobre la
hierba mojada.
Se quedó vacío
el pueblo,
todos le han
dado la espalda,
se han
marchado a la ciudad,
también los
pueblos fracasan.
El herrero se
marchó,
con agua apagó
la fragua;
yo sé que en
su alma queda
un fuego que
no se apaga.
Pero ¿qué mi
importa a mí
que te
borraran del mapa?
Tú siempre
serás mi pueblo
y mi pueblo no
fracasa
mientras yo
guarde dormidos
los recuerdos
de mi infancia.
Encarnación
Farré
Imágenes:https://www.google.com/
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