miércoles, 27 de noviembre de 2019


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 Jorge Enrique Adoum (1926 – 2009)

El gran poeta ecuatorino, falleció el viernes pasado, a consecuencia de un aparo cardiaco.
En su juventud fue secretario personal de Pablo Neruda. Éste dijo de Adoum que era el “más grande poeta de américa”. Por todos es considerado como el poeta ecuatoriano más grande el siglo XX.
Escribió en todos lo géneros, pero tamizados todos ellos por un acento lírico muy personal.
Es famosa su obra de teatro “El son entre las patas de los caballos”.
Entre sus novelas, la más conocida es “Entre Marx y una mujer desnuda”, llevada al cine con notable éxito.
Tine más de diez poemarios publicados. Entre ellos “Notas del hijo prodigo”, “Relato del extranjero” y “Los cuadernos de la tierra”.


Resumen de la infancia

Ante todo, es preciso ordenar la infancia
como un país disperso, hallar las fechas
de su límite: la dulce iniciación
en la desobediencia, la cerradura
que por necesidad puse a mi alcoba
o la primera mujer que se guardó la noche
entre sus telas estériles, sus párpados.

Y descubrí de pronto que nadie compartía
mis costumbres: la muerte había entrado
antiguamente al patio, a la bodega,
y yo crecía sobre un osario familiar.
No sé por qué, porque sí, por pura
gana, cambié las órdenes para la cena,
el sitio de los adornos, el precio
de las plumas; odié el muro
que cercaba la viña y el camino de orina
a los establos. Y ya no pude vivir más,
no podía establecer mi edad, mi oficio,
destruir la seguridad de cada día
o levantar los párpados hacia la luz
de afuera: un hombre pasaba sin llorar
bajo la lluvia, las aldeanas
completaban su cuerpo entre la hierba,
pero debía conservar la herencia intacta,
conocer los secretos del ganado,
calcular la distancia entre mi seca
seguridad y la aventura.

                                                    Así empecé
a soñar solamente con la llave,
con la bahía donde nadie hubiera
a despedirme, con migraciones de pájaros
azules. No era la pegajosa soledad
lo que buscaba sino una familia
diseminada en la distancia, una
hora de paz bajo los árboles, una hoja
sin odio entre mis manos.


Jorge enrique Adoum
De "Notas del hijo pródigo" 1953

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La visita
(Capítulo de novela)

Llamo a la puerta.
-Quién es, pregunto.
-Yo, contesto.
-Adelante, digo.
Yo entro.
Me veo al que fui hace tiempo.
Me espera el que soy ahora.
No se cuál de los dos está más viejo.


Jorge Enrique Adoum
De "Yo me fui con tu nombre por la tierra" 1964

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viernes, 22 de noviembre de 2019


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Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899 – Ginebra, Suiza1986)

Crítico literario, bibliotecario,  traductor, ensayista,  narrador y poeta.
Represaliado por el peronismo, fue depuesto de su cargo de bibliotecario, ganándose la vida en adelante como conferenciante.
Entre sus obras en verso, “Fervor de Buenos Aires”, “Luna de enfrente”, “Cuaderno San Martín”
Entre sus obras de narrativa, “Historia universal de la infamia”, “El jardín de los senderos que se bifurcan”, “Ficciones”, “El Aleph”
Entre sus premios, el  “Nacional de Literatura”,  el “Premio Internacional de Literatura Formentor” y “Cervantes” en España.

Un ciego

No sé cuál es la cara que me mira
cuando miro la cara del espejo;
no sé qué anciano acecha en su reflejo
con silenciosa y ya cansada ira.

Lento en mi sombra, con la mano exploro
mis invisibles rasgos. Un destello
me alcanza. He vislumbrado tu cabello
que es de ceniza o es aún de oro.

Repito que he perdido solamente
la vana superficie de las cosas.
El consuelo es de Milton y es valiente,

pero pienso en las letras y en las rosas.
Pienso que si pudiera ver mi cara
sabría quién soy en esta tarde rara.


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Barrio recuperado

Nadie vio la hermosura de las calles
hasta que pavoroso en clamor
se derrumbó el cielo verdoso
en abatimiento de agua y de sombra.
El temporal fue unánime
y aborrecible a las miradas fue el mundo,
pero cuando un arco bendijo
con los colores del perdón la tarde,
y un olor a tierra mojada
alentó los jardines,
nos echamos a caminar por las calles
como por una recuperada heredad,
y en los cristales hubo generosidades de sol
y en las hojas lucientes
dijo su trémula inmortalidad el estío.

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Sábados

Afuera hay un ocaso, alhaja oscura
engastada en el tiempo,
y una honda ciudad ciega
de hombres que no te vieron.
La tarde calla o canta.
Alguien descrucifica los anhelos
clavados en el piano.
Siempre, la multitud de tu hermosura.
A despecho de tu desamor
tu hermosura
prodiga su milagro por el tiempo.
Está en ti la ventura
como la primavera en la hoja nueva.
Ya casi no soy nadie,
soy tan sólo ese anhelo
que se pierde en la tarde.
En ti está la delicia
como está la crueldad en las espadas.

Agravando la reja está la noche.
En la sala severa
se buscan como ciegos nuestras dos soledades.
Sobrevive a la tarde
la blancura gloriosa de tu carne.
En nuestro amor hay una pena
que se parece al alma.


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sábado, 16 de noviembre de 2019


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Marina Aoiz Monreal (Tafalla, Navarra, 1955)

Investigadora, Licenciada en Ciencias de la Información, escritora y poeta.

Entre sus obras, “Algunas palabras a amor y mar”, “Tierra secreta”, “El libro de las limosnas” “Don de la luz” y “Hojas rojas”.

Una mujer enjuta

Vestida de negro
permanentemente en silencio
vive en el barrio de Yajooz
la ciudad jordana de Zarga
a 20 kilómetros de Ammán.

La mujer enjuta tiene miedo
las alas del terror planean sobre ella.
Para la captura de su hijo
se ofrece una recompensa
de diez millones de dólares.

Sueña ella cada noche
con una paloma luminosa
que derrama granos de trigo sobre su cama

con una palabra tierna
y unas sábanas muy blancas
tendidas en la azotea de su casa.

Esconden sus ojos uvas agraces
un graznido penetrante en los oídos
le tortura las entrañas de madre.

Sola y a oscuras no encuentra la manera
de volverse sombra en el aire.

Marina Aoiz Monrreal

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domingo, 10 de noviembre de 2019


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Miguel Agustín Príncipe 
(Caspe, 1811 – Madrid, 1866)


Periodista, narrador y poeta.


Entre sus obras, ‘El Conde don Julián’, ‘Poesías ligeras’, festivas y satíricas’, ‘Poesías serias’ y fábulas en verso castellano y en variedad de metros’.



El lavatorio del cerdo

En agua de colonia,
bañaba a su marrano doña Antonia
con empeño ya tal, que daba en terco,
pero a pesar de afán tan obstinado,
no consiguió jamás verle aseado,
y el marrano en cuestión fue siempre puerco.

Es luchar contra el sino
con que vienen al mundo ciertas gentes
querer hacerlas pulcras y decentes:
el que nace lechón muere cochino.


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