Yolanda Bedregal de Cónitzer
(La Paz, Bolivia, 1916 – 1999)
Miembro de la
Academia Boliviana de la lengua y de la Academia Argentina de las Letras,
Embajadora de Bolivia en España, profesora de Escultura y de Historia del
Arte,, novelista y poeta.
Entre sus
obras, “Naufragio”, “Bajo el oscuro sol”, “Ecos”, “Poemar”, “Nadir”, “Del Mar y la Ceniza” y “El cántaro
del angelito.”
Entre sus
premios, el Premio Nacional de Novela Erich Guttentag y La Gran Orden de la
Educación Boliviana.
Tus manos
Canción de la
esperanza
en el camino
inútil
de mi vida, tus
manos
cruzan como dos
alas
cargadas de
ternura.
Elegía humilde
Un auto ha
arrollado a la vieja sirvienta
¡La pisó como
una hoja!
Era una flor
del campo, toronjil, yerbabuena.
En la casa hubo
duelo
por su muerte
de plata.
Esta mujer
oscura de noble cepa aymara
endulzaba la
vida de seres y de cosas.
Llena está
nuestra infancia de su imagen
de Mamita
Copacabana;
debajo de su
manta de castilla
siempre traía
la sorpresa
de frutas,
empanadas o juguetes.
¡Ay dulce
abuela nuestra
de las macetas
y del canario!
Tendida en su
mortaja,
con unción le
besamos las santas manos toscas
quietas por fin
del cotidiano afán.
Parecían
avergonzadas del reposo;
dos angelitos
blancos bajaron a cubrirlas.
Su nombre era
Mama-Usta, y nada más.
Las hadas
humildes sólo tienen un nombre
pero es varita
mágica de gracia y bendición.
De la mano
llevaba a mi padre a la misa;
la conocieron
los abuelos y bisabuelos.
Era lazo entre
el ahora y lo perdido.
Todo lo daba,
todo, su bondad y su alegría,
el cobre de la
dádiva, el óleo del consuelo.
Cual sombra
milagrosa
colmaba de
manjares la olla de cada día,
y con agua y
con sol daba celajes
a los visillos
y manteles.
Ella prendía el
fuego del hogar.
Un auto la ha
matado. ¡Ay, Dios mío!
Su frente
estaba herida
y su cuerpo,
nunca tocado,
salpicado de
barro.
Cuando llegaba
al cielo,
con un solo
zapato, la falda desgarrada
un coro de
jilgueros le cantaba aleluyas.
Con humilde
inocencia, debió de imaginar
que era fiesta
pascual para nosotros.
-¿Como para
ella el aleluya?
¿Como para ella
nuestro llanto?-
Sencilla y limpia
entró en la gloria
cuidando
todavía la canasta
para la cena de
hoy.
Nuestra Mama
Usta ha muerto.
¡Ay canario, ay
macetas, patio y agua!
Rebelión
Miraba yo la
pampa inmensa soñando con el mar.
Miraba yo la
pampa tensa, tan alta, tan serena,
tocando con el
cielo su frente de cristal;
un acorde de
grises y violetas su manto,
que altura en
la belleza!
que altura en
la belleza!
que majestad
estática en el día altiplánico!
De pronto un
niño llora.
Entre la paja
brava, con su ponchito viejo
llora un niño.
Por que?
Quien sabe...
El indio aymará
se lleva el grito en su raza,
y su clamor
innato
desgarra la
serena nobleza del paisaje.
Un niño, un
llanto humano es una herida abierta
que
ensangrienta este mundo.
Tiemblan y se
estremecen los monolitos míticos:
se rompen y
entreveran los caminos de paz.
Hay maldad en
la tierra.
Arde lo que era
de hielo.
Las palabras
suaves se crispan en los puños
desafiando al
relámpago.
Corro sobre la
pampa desaforadamente;
me quema el
corazón como una brasa.
Hay maldad en
la tierra, hay injusticia.
Quizás mas
lejos halle la bandera que busco.
Quiero la gleba
abierta con sus labios de surcos
como un libro
de música.
Quiero que se
calme este llanto de niño
que es llanto
del mundo.
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