domingo, 3 de enero de 2021

Ingeburg Bachman (Klagenfurt, Austria, 1926 – Roma, 1973)

Estudiante de derecho, psicología y literatura, Doctora en Filosofía, escritora y poetisa.

Entres sus obras, ‘El retraso consentido’. ‘La barca’, ‘La ciudad sin nombre’, ‘Tiempo postergado’, ‘invocación a la osa mayor’, ‘Tipos de muerte’ y ‘Simultan’.

 

Despedida

La carne, que envejeció muy bien conmigo,

la mano rugosa, que sostuvo fresca la mía,

ha de quedarse sobre el pálido muslo,

rejuvenecerse la carne, por un instante,

para que así venga más rápido el derrumbe en ella,

 rápido llegan las arrugas, casi sanas

y todo sobre la rígida musculatura.

 

No ser amada. El dolor podría ser aún

mayor. Se siente muy bien, toca a la puerta.

Pero la carne, con su línea abierta en la rodilla,

las arrugadas manos, todo ello sobrevino de noche,

el curtido omóplato, donde ya no crece ningún verde,

donde alguna vez se mantuvo oculto un rostro.

 

Avejentada en cien años, en un solo día,

el confiado animal fue llevado bajo latigazos

a su armonía preestablecida.

(Traducción de BrenoOnetto)

 

Niños de Julio

Por  nuestros propios medios nonatos,

 mis niños de julio, las monstruosidades

que se mueven con el pie mutilado, no lo sabemos,

que agitan el muñón, no lo sabemos,

y la cabeza perdida.

Por nuestros propios medios,

perdiendo la cabeza

mis queridos niños

nada les habría podido enseñar

pero bien alimentados le habría hecho

enamorarse de lo otro, del viento en el aire.

Unos miles de ellos en julio

habría sido siempre julio

monstruos alimentados

desde mi ternura

que es lo que buscáis vosotros, espectros etéreos.

Transformadores  del mundo, vosotros me

lo habríais cambiado el mundo

y cambiármelo hasta la muerte por cariño

hasta la muerte para algo otro.

Viento en el aire el papel jironeado

que se desgarra, antes que algo pueda

leer lo que ha sucedido

cómo se os ha arrancado

de mí, se ha desgarrado el jirón de

papel que no puede sin embargo leer aún nadie.

(Traduccion de Breno Onetto)



La noche de los perdidos

El final del amor 

Una luna, un cielo

y el mar oscuro.

Tan sólo eso, y todo oscuro,

Tan sólo eso, porque es de noche.

Y nada humano

entreteje además esa acción efectiva

que me reprochas también tú

y semejante amargura.

No lo hagas.

Nada mejor hay que yo pudiera conocer

sino amarte, nunca

pensé,

que  a través del sudor de la piel

se me haría presente

el mundo.

(Traducción de Breno Onetto)

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