viernes, 25 de junio de 2021

Francisca Páez de Colindres

Poetisa española del siglo XVII.


Sátira

 

A el casi Presidente,

que en su boca ermitaño trae un diente;

a el buen hijo del siglo,

que siempre tuvo cara de un vestiglo,

ministro vigilante

que destierra otra vez el guardainfante,

salud, si puede dársela un doliente,

dama que mucho siente

verse tan descurtida

que parece visión de la otra vida,

si bien mujer honrada

que andino de jubón abigarrada

sin publicar ni descubrir el pecho

que todo vicio sirve de cohecho.

Por cierto, amigo mío,

que ha sido este orden nuevo desvarío,

que las bien puestas faldas

no son escandalosas como espaldas

lucientes, blancas, tersas y bruñidas,

tiranas de las bolsas y las vidas,

ni pechos despechados,

salsa que pone el diablo a los pecados,

a quien con gran donaire un caballero

llamaba el pecadero.

En Galicia los trajes

incultos, toscos, pobres y salvajes,

muy bien los visteis cuando

fuisteis en Lugo obispo venerando,

antídoto no son de la lujuria

pues en aquel país tiene más furia;

de que se sigue que en aquesta tierra

no es causa el guardainfante de esta guerra.

Mala gente son hombres y mujeres

propia pensión a ilícitos placeres.

Aquí las burlas dejo

y me transformo en uno del Consejo.


Imagen:https://www.google.com/s

sábado, 19 de junio de 2021

Francisco de Quevedo (1580 - 1645)

Es más reconocido como prosista que como poeta. Sin embargo, es uno de los mejores poetas de la lengua castellana. Toda su producción emana pesimismo y desengaño, por lo que quizá sea el poeta más representativo del Barroco.

Amor constante más allá de la muerte

 

Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra, que me llevare el blanco día,

y podrá desatar esta alma mía

hora, a su afán ansioso lisonjera;

 

mas no de esotra parte en la ribera

dejará la memoria en donde ardía;

nadar sabe mi llama la agua fría,

y perder el respeto a ley severa;

 

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,

venas que humor a tanto fuego han dado,

médulas que han gloriosamente ardido,

 

su cuerpo dejarán, no su cuidado;

serán ceniza, mas tendrán sentido.

Polvo serán, mas polvo enamorado.

Si nos fiamos de Dámaso Alonso, este soneto de Quevedo “es  seguramente el mejor soneto de Quevedo y, probablemente, el mejor soneto de toda la literatura española”.

El Conceptismo propio de Quevedo dificulta una primera comprensión.

En el primer cuarteto habla de la muerte y merecen especial atención la antítesis del segundo verso y el hipérbaton del tercero y cuarto.

La adversativa “mas” del segundo cuarteto pretende oponer a la muerte el deseo de permanencia. Con la “ribera” alude al mito del río Leteo que separaba el río de los vivos al río de los muertos. Otra antítesis adorna el tercer verso.

En el primer terceto la pasión del amor domina lo físico y el segundo terceto insiste en la superación de la muerte.

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sábado, 12 de junio de 2021

 Haikus otoñales


I

Aire serrano,

con abrazo de amigo

¡qué hondo hieres!

 

II

Entre pinares

de par en par caminos

hacia el ensueño.

 

III

Atardeceres.

El silencio en los valles

cuenta secretos.

 

IV

No hay soledades

donde las aves cantan

y ríen flores.

 

V

Mansos rebaños

sin perros, sin esquilas,

hallan sus pastos.

 

VI

Sólo rastrojos

nos hablan de los trigos

que fueron verdes.

 

VII

La luz de ocaso

intenta cobijarse

bajo las ramas.

 

VIII

La humilde fuente

huye sin revelarnos

que será río.

 

IX

Con cuánta angustia

la rama desgajada

cae del árbol.

 

X

Los campos tienden

invitando a la nieve,

sábanas pardas.

 

XI

Fingen dureza

las nubes: los pinares

mienten blandura.

 

XII

Vuelan adioses

por calles polvorientas

y cielos altos.

 

Joana Raspall

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lunes, 7 de junio de 2021

Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona, Navarra,1950)

Licenciado en Derecho, narrador, ensayista y poeta.

Entre sus obras, “Tanger Bar”, “La caja china”, “Zarabanda”, “Pórtico de la fuga”, “Carta de vagabundos” y “Deriva de la frontera”.


Lluvia, siempre lluvia de abril


lluvia, siempre lluvia de abril,

lenta, adormecedora.

Me esfuerzo en pensar tierras más

cálidas.

Ignoro cómo son, cuáles sus

colores

y sus luces. Sólo sé de relatos

de viajeros, de vidas de otros.

Fuera de esta lluvia, de este jardín

en el que ya verdean los tilos

y de alguna de las cosas

que tan tenazmente amé,

y que ya la carcoma, los roedores,

la humedad,

que sé yo, están destruyendo, como

a mí mismo

otos males menores, no conozco

gran cosa.

 

Miguel Sánchez-Ostiz

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