viernes, 25 de marzo de 2022

Hilario Aucasubi

Escritor gauchesco, llevó una vida llena de aventuras. Lucho en varios frentes como soldado y fue un apasionado político. Viajó mucho y termino su vida en París como encargado de las misiones oficiales argentinas.

Su producción canta y combate contra los tiranos de la República Argentina y Uruguay en cielitos punzantes, romances, medias cañas, redondillas y décimas.

Isidora, la Federala y Mazorquera

Relación que del embarque, del viaje y del fin trágico de la Arroyera le fue remitido desde el campamento de Oribe al gacetero Jacinto Cielo, por su amigo Anastasio el Chileno, el cual andaba de bombero de los patriotas entre los sitiadores de Montevideo.

Primera parte

La Isidora regordeta

se va a embarcar al Buseo:

¡vieran con qué zarandeo

va arrastrando una chancleta!

 

Que lleva un pie desocao

de resultas de un fandango,

en que le rompió el changango

en la cabeza a un soldao;

 

Y en esa noche con Brun

bailando la refalosa,

anduvo poco mañosa

queriendo hacerle el betún.

 

Sabrán que esta moza al fin,

no es porteña, es arroyera,

pitadora y guitarrera

y cantora del Tin tin.

 

Que vino de la otra banda

junto con los invasores,

y que sabe hacer primores

por todas partes donde anda;

(. . .)

H. Aucasubi

Imagen:https://www.blogger.com/

sábado, 19 de marzo de 2022

Aurora Estrada (Puebloviejo, Ecuador, 1903 – Guayaquil, 1967)

Pedagoga y poeta. Se dio a conocer como poetisa importante con sus poemas “Cuando vuelva a mí” y “Poemas de la casa en ruinas”, con los que ganó el primero y segundo puestos en los Fuegos Florales de 1923, con apenas veinte años.

Entre sus obras, “Como el incienso”, “Nuestro canto”, “Cometas al viento”, y “Veinte trenos y una canción de cuna.”

Poema de la casa en ruinas

 

La casa en ruinas, blanca como una niña anciana

que saliera a tomar el sol de esta mañana,

sobre el camino lacio, tristemente curvada,

se halla como de algún largo viaje cansada.

 

Sobre el tejado rojo inquieta enredadera

se extiende como un verde manto de primavera

y en la ventana un trozo de tela desteñida

finge una mano trémula en larga despedida.

 

Cuelga un nido vacío de errante golondrina

en el alero roto que a la tierra se inclina,

y entre los corredores las pacientes arañas

con seda fina y suave tejieron sus marañas.

 

En el umbral soleado sigue la negra puerta

como pupila fija y enigmática abierta...

ascendamos, hermana, por la escala de piedra,

por la escala que adorna, ya marchita la yedra.

 

Semejando el lamento del que se encuentra herido,

cómo cruje doliente el piso carcomido

escucha unciosamente como que huyeran alas

nuestros pasos leves por las desiertas salas.

 

Ríes de mis palabras y el surtidor sonoro

de tu garganta perla como fuente de oro.

La casa en ruinas, blanca como una niña anciana,

mi sueño sin aurora, bien cobijara hermana.

 

Y nos vamos al fin por la senda florida,

tú alegre y sonrosada en plenitud de vida,

yo pálida, llevando mi primavera muerta

como si fuera el alma de la casa desierta.

Mi ruego

 

¡Señor! Llévate todos los dones que me diste:

mi juventud enferma, mi sonora alegría,

las alas de mis sueños, mi primavera triste

y, si también lo quieres, mi cáliz de Poesía.

 

Marchita mis rosales, mancha mi blanca veste,

manda los buitres negros de la desolación

a que se nutran, ávidos, en la carne celeste

del ruiseñor que canta dentro de mi corazón.

 

Haz duro el pan que coma, más negra la negrura

de mi incierto destino; dame el vasto dolor

que soporta la Tierra. Toda la desventura

recibiré serena si me dejas mi amor.


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sábado, 12 de marzo de 2022

José Selgas (Lorca, Murcia, 1822 – Madrid, 1882)

Funcionario, escritor y poeta.

Entre sus obras, “Dos para dos, “La mariposa blanca”, “La primavera”, “Flores y espina” y “Versos póstumos”.

La infancia

Cielos azules,

nubes de nácar,

limpios celajes

de oro y de grana;

campos floridos,

verdes montañas,

valles amenos,

cumbres lejanas;

ricos paisajes

de sombras vagas,

que misteriosos

pinceles trazan;

luces que vienen,

luces que pasan,

nidos que pían,

aves que cantan;

ángeles bellos

de blancas alas,

sueños de oro,

cuentos de hadas;

días risueños

noches calladas

en que discurren

negros fantasmas;

ecos del aire,

voces del agua,

varios perfumes

de esencia varia;

mucha alegría,

mucha esperanza,

pocas tristezas

y algunas lágrimas.

Esa, hijo mío,

flor de mi alma,

esa es tu vida,

esa es tu infancia.

José Selgas

Imagen:https://www.blogger.com/

domingo, 6 de marzo de 2022

Carmen Aliaga (Zaragoza)

Escritora, rapsoda, poetisa. Entre sus obras: ‘Highlights’, ‘Libro huérfano’ y ‘Madelene y las otras’.


A menudo despierto al borde del espanto

 

A menudo despierto al borde del espanto.

Tú duermes a mi lado

y sueñas con los peces que se escapan de mí.

 

Abro la boca como el lobo y el hambre

pero sólo me trago mi propio grito,

tu ropa en la caoba, mi piel en el oerchero,

este dolor que llevo de pijama.

 

El sueño y sus verdugos me taparán los ojos

mientras el mar se pudra debajo de mi lengua.

 

Agua,

agua para el ahogado.

Las olas, al final, me romperán el cuello.


En las horas más negras

 

En las horas más negras

voy pariendo las letras de mis hijos,

los hijos de mis letras.

 

Es mi voz ese llanto de madre abandonada,

ese grito primero que asoma a la cabeza.

La miseria de fuera

tirará de los hombros

para sacar el resto.

 

Pero decidme ahora,

mientras que me desangro,

quién coserá mi herida,

quién cerrara mi ombligo,

quién dará la palmada

para que el niño llore,

ya huérfano de mí.

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