jueves, 29 de septiembre de 2022

Fernando Beltrán (Oviedo, 1956)

Escritor y poeta. Dice se sí mismo ser un poeta “entrometido”.

Entre sus obras, “El jardín extranjero. Aquelarre en Madrid”, “Bar adentro”, “El corazón no muere”, “Mujeres encontradas” y “Donde nadie me llama”.


Poetas

Hormigas.

Sólo hormigas con enormes ojeras.

Seres insignificantes

a quienes salva sólo

su vocación de sombra.

 

El poema que escribo

y más aún

el verso que no alcanzo jamás.

 

Hormigas sin descanso.

La barca triste y rota del otoño.

Las mujeres que amé, las que me amaron.

El jersey que aun me pongo del revés tantas veces.

Hormigas si remedio.

Hormigas con memoria.

Los vagones de ayer y la máquina absurda del mañana.

Hormigas avanzando hacia ningún lugar.

Y eras tú.

Criatura enamorada.

Hormigas transportando

todo el peso del mundo

a tus espaldas.

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viernes, 23 de septiembre de 2022

Elisa Bernal (Zaragoza, 1978)

Implicada en varios proyectos experimentales, es una poetisa aragonesa. Entre sus obras; ‘El Poema que te dije’ y ‘Casi mil mujeres’


Lástima

 

Manejabas bien el recurso de la lástima.

Lástima

que no dominases también otros talentos,

por ejemplo,

el arte de escribir cartas en noviembre.

Por esas fechas,

cuando más invierno quedaba por delante,

iniciaba yo mi ayuno involuntario,

y después ya,

con la paciencia en los huesos,

recibía el consuelo de tu pomada charlatana.

Lástima,

yo también tengo ungüentos quita-penas

con los efectos secundarios peligrosos

para los cuadros agudos de cuento

y demás fingimientos.

No piensan las piedras

 

No son mis voces

las que aplastan reptiles con los dientes.

Nada se acerca desde el otro lado.

 

Es fácil respirar entonces, casi tan dulce

como dejar abajo  los náufragos de siempre.

 

El silencio mío coloca caminos en los mapas,

y es sencillo llegar a cualquier parte

como vivir debería ser sencillo.

 

El silencio mío viene de dentro

porque el mundo tiene que seguir hablando,

haciendo en el oído su hermosura.

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viernes, 16 de septiembre de 2022

Delmira Agustini Murtfeld (Montevideo, 1886 – 1914)

Fue una poetisa modernista uruguaya. A los dieciséis años publicaba ya poemas y relatos en las conocidas revistas de entonces, con el seudónimo de ‘Joujou’. Adquirió pronto fama. Entre sus obras: ‘Cantos de la mañana’, ‘Los cálices vacíos’, el rosario de Eros’ y ‘Los astros del Abismo’. Casada con el escritor argentino Manuel Ugarte, se divorció de él poco tiempo después, Al día siguiente del divorcio, él la citó en un hotel, le disparó en la cabeza y después se suicidó.


Boca a boca

 

Copa  de vino donde quiero y sueño,

beber la muerte con fruición sombría,

surco de fuego donde logra Ensueño

fuertes semillas de melancolía.

 

Boca que besas a distancia y llamas

en silencio, pastilla de locura,

color de sed y húmeda de llamas..

¡Verja de abismos es tu dentadura!

 

Sexo de un alma triste de gloriosa:

el placer unges de dolor, tu beso,

puñal de fuego en vaina de embeleso,

me come en sueños como un cáncer rosa...

 

Joya de sangre y luna, vaso pleno

de rosas de silencio y armonía,

nectario de su miel y su veneno,

vampiro vuelto mariposa al día.

 

Tijera ardiente de glaciares lirios,

panal de besos, ánfora viviente

donde brindan delicias y delirios

fresas de aurora en vino de poniente....

 

Estuche de encendidos terciopelos

en que su voz es fúlgida presea,

alas del verbo amenazando vuelos,

cáliz en donde el corazón flamea.

 

Pico rojo del buitre del deseo

que hubiste sangre y alma entre mi boca,

de tu largo y sonante picoteo

brotó una llaga como flor de roca.

 

Inaccesible... Si otra vez mi vida

cruzas, dando a la tierra removida

siembra de oro tu verbo fecundo,

tú curarás la misteriosa herida:

lirio de muerte, cóndor de la vida,

¡flor es tu beso que perfuma el mundo!

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sábado, 10 de septiembre de 2022

María Victoria Atencia (Málaga, 1931)

 

Poetisa española, cultivadora también de la música y la pintura.

Entre sus obras: ‘Arte y parte’. Compás binario’. De la llama en que arde’. ‘Las contemplaciones’, ‘De pérdidas y adioses’, y ‘El Umbral’.


Amor

 

Cuando todo se aquieta

en el silencio, vuelvo

al borde de la cuna

en que mi niño duerme

con ojos tan cerrados

que apenas si podría

entrar hasta su sueño

la moneda de un ángel.

 

Dejados al abrigo

de su ternura asoman

por la colcha en desorden,

muy cerca de sus manos,

los juguetes que tuvo

junto a sí todo el día,

ensayando un afecto

al que ya soy extraña.

 

Quien a mí estuvo unido

como carne en mi carne,

un poco más se aparta

cada instante que vive;

pero esa es mi tristeza

y mi alegría un tiempo,

porque se cierra el círculo

y él camina al amor.

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sábado, 3 de septiembre de 2022

Antonio Arnao (Murcia, 1828 – Madrid, 1889)

Fue miembro de la Real Academia de la Lengua. Escribió libretos de zarzuela y  dramas históricos. Entre sus obras poéticas podemos citar “Himnos y quejas”, “Melancolías” y “Soñar despierto”.

La muerte del pajarillo

 

Calló su trino ledo y sonoro:

su vista inmóvil sin luz está:

ya no aletea con plumas de oro

y a mi reclamo no acude ya.

 

Al que en alegre, fácil gorjeo,

tras mí venía siempre veloz,

hoy en su jaula rígido veo

sin que me llame su amiga voz.

 

Lacias, del hierro penden colgadas

con muda pena, su muerte al ver,

las verdes hojas, al valle hurtadas,

que le brindaron sustento ayer.

 

En vaso limpio vertió mi mano

agua de un fresco, claro raudal;

y el agua espera, y espera en vano,

bañar sus alas con su cristal.

 

Aunque en oriente raye la aurora

y el sol derrame vivo fulgor,

no les saluda su voz canora

con melodiosos píos de amor.

 

 Aunque mi diestra su cárcel abra,

y aunque le excite libre a volar,

ni ya se cuida de mi palabra,

ni ya en mis hombros viene a posar.

 

¡Oh pajarillo! ¡Cuan honda pena

me oprime al verte yaciendo así!

¡Qué desconsuelo mi vida llena

desde el instante que te perdí!

 

Crudos dolores sufrió mi pecho,

la muerte he visto sin aflicción:

mas con angustia y a mi despecho

hoy débil llora mi corazón.

 

Y es que en ti, acaso, yo no veía

Sólo de un ave la realidad,

sino el amigo, la compañía

que consolaba mi soledad.

 

Dijo así un rudo, viejo soldado,

que en cien batallas sangre vertió:

y por su rostro, ya demacrado,

lágrima acerba lenta rodó.

Antonio Arnao

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