lunes, 25 de noviembre de 2024

Malcolm Lowry (Cheshire, 1909 – 1957)

Fue un novelista, cuentista y poeta inglés. Entre sus obras: ‘Bajo el volcán’, Rumbo al mar blanco’. ‘Oscuro como la tumba donde yace mi amigo’ y ‘Piedra infernal’.

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En una iglesia mexicana

Cristo apuñalado por un hacha, en una iglesia encorvada—
¿Cómo habríamos de rezarte todo empapado en sangre,
y más muerto que la madera descuartizada?
Y, sin embargo, debemos rezarte, pues la oración
es la única búsqueda que nace desde nuestra ira, sólo para suplicarte.
Aquí se arrodillaron dos criaturas que creían en el bien.
Aquí estaban dos enamorados que creían en dios,
y en ti también, aunque mutilado por el toque de la vida,
como el arte afligido de estos hombres grises.
—Oh charlatán de la paz, del fuego y de las balas
asesinado por el hombre y devastado en tú humanidad,
vicario misericordioso hasta setenta veces siete; imagen,
te deseamos el mal, pero que vivas en la mente
y por la mente misma, y que la compasión jamás nos deje.

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lunes, 18 de noviembre de 2024

Mercedes Cebrián (Madrid, 1971)

Es una traductora, narradora y poetisa española. Entre sus obras: ‘Muchacha de Castilla’, ‘El genuino sabor’, ‘Oremos por nuestros pasaporte’, ‘El malestar al alcance de todos’ y ‘El arquero inmóvil’.

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Bipartita

De las sirenas, sólo me interesa
el punto en el que la columna
que las vértebras
abandona lo cálcico
y se transforma en raspa.

El momento en el que el hueso de siempre
pasa a ser
hueso blando
de pez (casi cartílago)
en una transición
pacífica, y la sirena de ademanes
nórdicos, de ausencia de jersey grueso
de lana,
renuncia a ser persona
sin grandes aspavientos

—yo a la altura del cuello
ya habría renunciado—,
y ante los ineludibles
picores en lo humano, utilizaría las concisas
aletas con no mayor dificultad
(seguro)
que las extremidades actuales,
que son, por este orden, los brazos
y las manos.

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lunes, 11 de noviembre de 2024

Sobre la cama   

 Broto de su nombre, exuberante

Sobre el trapecio

quieta, mariposa negra

la vigilia

 

Ato la cortina

Vuelve una trinchera de sombras

Torso protector, él me recibe

Húmeda

fogosa madreselva

Me ciñe a su cintura espesa

de planta carnívora

Llagas gimotean, ansiosa

ávida recibo al vástago

 

Bebo de sudores

que a otros cuerpos pulverizan

Miento a la llovizna

la amargura de lo ignoto

Un pájaro negro

se desviste en la cornisa.

Adelaida Caballero  

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miércoles, 6 de noviembre de 2024

José Eusebio Caro (Ocaña, Colombia, 1817 – Santa Marta, 1853)

Estudiante de derecho, crítico literario, ensayista,  fundador y redactor de periódicos, fundador del Partido Conservador, político parlamentario, ministro y poeta lírico-romántico. Sus temas preferidos son la familia, el amor conyugal, la patria y el sentimiento religioso.

Condenado a prisión, se exilió a Nueva York. Vivió allí hasta su regreso a su patria donde murió de fiebre amarilla.

En boca del último inca

Ya de los blancos el cañón huyendo,

hoy a la falda del Pichincha vine,

como el sol vago, como el sol ardiente.

          como el sol libre.

 

¡Padre sol, oye!, por el polvo yace

de Manco el trono; profanadas gimen

tus santas aras: yo te ensalzo solo,

           solo, mas,  libre.

 

¡Padre sol, oye!, sobre mí la marca

de los esclavos señalar no quise

a las naciones; a matarme vengo,

           a morir libre.

 

Hoy podrás verme desde el mar lejano,

cuando comiences en ocaso a hundirte

sobre la cima del volcán tus himnos

          cantando libre.

 

Mañana solo, cuando ya de nuevo

por el oriente tu corona brille,

tu primer rayo dorará mi tumba,

          mi tumba libre.

 

Sobre ella el cóndor bajará del cielo.

Sobre ella el cóndor que en las cumbres vive

pondrá sus huevos y armará su nido,

           ignoto y libre.

El huérfano sobre el cadáver

I

Este tu cuerpo es, pues, ¡oh padre mío!

¡Padre! Ya no respondes. ¿Qué te has hecho?

¿Eres acaso el cuerpo inmóvil, frío,

que yace aquí sobre este aciago lecho?

 

¡Oh, no! que hablabas, y este cuerpo calla,

calla y nunca hablará: tu lengua muerta

fija, trabada al paladar se halla,

y la vida en tus ojos no despierta.

 

Al recibir mis últimos abrazos

ayer de amor tu corazón latía,

y me estrechaban con afán tus brazos,

y una lágrima en tu ojo se veía.

Y hora a tus ojos lágrimas no asoman,

y hora en tu pecho ni un latido siento,

y hora tus brazos yertos se desploman

cuando enlazarlos a mi cuello intento.

 

¡Oh! ya no volverán nunca a abrazarme!

¡Oh padre mío! de mi infancia amigo!

Nunca ya volverás a consolarme,

nunca a llorar ya volverás conmigo.

 

Y este cuerpo infeliz, manos de extraños

a hundirlo van en olvidado suelo:

y sobre él volverán sin fin los años,

y sobre él lucirá sin fin el cielo.

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