José Eusebio Caro (Ocaña, Colombia, 1817 – Santa Marta, 1853)
Estudiante de
derecho, crítico literario, ensayista,
fundador y redactor de periódicos, fundador del Partido Conservador,
político parlamentario, ministro y poeta lírico-romántico. Sus temas preferidos
son la familia, el amor conyugal, la patria y el sentimiento religioso.
Condenado a
prisión, se exilió a Nueva York. Vivió allí hasta su regreso a su patria donde
murió de fiebre amarilla.
En boca del último inca
Ya de los
blancos el cañón huyendo,
hoy a la falda
del Pichincha vine,
como el sol
vago, como el sol ardiente.
como el sol libre.
¡Padre sol,
oye!, por el polvo yace
de Manco el
trono; profanadas gimen
tus santas
aras: yo te ensalzo solo,
solo, mas, libre.
¡Padre sol,
oye!, sobre mí la marca
de los esclavos
señalar no quise
a las naciones;
a matarme vengo,
a morir libre.
Hoy podrás
verme desde el mar lejano,
cuando
comiences en ocaso a hundirte
sobre la cima
del volcán tus himnos
cantando libre.
Mañana solo,
cuando ya de nuevo
por el oriente
tu corona brille,
tu primer rayo
dorará mi tumba,
mi tumba libre.
Sobre ella el
cóndor bajará del cielo.
Sobre ella el
cóndor que en las cumbres vive
pondrá sus
huevos y armará su nido,
ignoto y libre.
El huérfano sobre el cadáver
I
Este tu cuerpo
es, pues, ¡oh padre mío!
¡Padre! Ya no
respondes. ¿Qué te has hecho?
¿Eres acaso el
cuerpo inmóvil, frío,
que yace aquí
sobre este aciago lecho?
¡Oh, no! que
hablabas, y este cuerpo calla,
calla y nunca
hablará: tu lengua muerta
fija, trabada
al paladar se halla,
y la vida en
tus ojos no despierta.
Al recibir mis
últimos abrazos
ayer de amor tu
corazón latía,
y me
estrechaban con afán tus brazos,
y una lágrima
en tu ojo se veía.
Y hora a tus
ojos lágrimas no asoman,
y hora en tu
pecho ni un latido siento,
y hora tus
brazos yertos se desploman
cuando
enlazarlos a mi cuello intento.
¡Oh! ya no
volverán nunca a abrazarme!
¡Oh padre mío!
de mi infancia amigo!
Nunca ya
volverás a consolarme,
nunca a llorar
ya volverás conmigo.
Y este cuerpo
infeliz, manos de extraños
a hundirlo van
en olvidado suelo:
y sobre él
volverán sin fin los años,
y sobre él
lucirá sin fin el cielo.
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