viernes, 15 de febrero de 2013

Érase un hombre a una nariz pegado



Quevedo, es considerado el satírico más universal de la literatura española.
Su famosísimo y popular ingenio hizo que se le atribuyeran toda clase de chistes , ocurrencias y agudezas, groseras las más de las veces.
De aspecto físico no muy favorable (cojo y miope con gafas oscuras espantosas y de enorme nariz) supo burlarse de los defectos ajenos como de los propios. Siendo él un narigudo, recordemos su famosísimo soneto:

Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una nariz sayón y escriba.
Érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado
Érase un alquitara pensativa,
Érase un elefante boca arriba,
Era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egipto,
Las doce tribus de narices era.
Erase un naricísimo infinito,
Muchísimo nariz, nariz tan fiera
Que en la cara de Anás fuera delito.

Chistes, antítesis, juegos de palabras, hipérboles, palabras nuevas…Puro Conceptismo.
Curiosa y menos conocida la siguiente versión del mismo soneto:

Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase un alquitara medio viva
Érase un peje espada mal barbado.

Era un reloj de sol mal encarado,
Érase un elefante boca arriba,
Érase una nariz sayón y escriba,
Era Ovidio Nasón más narizado.

Érase un espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egipto,
Las doce tribus de narices era.

Érase un naricísimo infinito,
Frisón, archinariz, caratulera,
Sabañón garrafal, morado y frito.

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