sábado, 26 de marzo de 2016

Javier Asiáin (Pamplona, 1970)

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Ha dirigido programas de radio culturales, es conferenciante y coordina el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Pamplona. Entre sus obras, “Testamento de la espiga”, “Efectos personales”, “Votos perpetuos” y “Unidad de cuidados intensivos”. Entre otros, ha obtenido el premio “León Felipe.”

Teritorios sumergidos

Has venido con el tacto sonoro del lenguaje
para redimir conciencias.
Surtidor profundo en que nace la poesía entera,
brocal que fulge al filo de mis días,
pulpa magna y redentora,
boca de gélida lava.
Tus senos son los girasoles sedientos de Van Gogh,
rendido tránsito disparando el cauce
donde naufragan las delicias arterias.
¿Cuántos amaneceres aprietan
el perímetro atroz de tu cintura?
Adentro de tu pecho escapa una pajarería abierta;
esquirlas voraces asedian la floresta de tu noche indemne.
Mare mío, Mare nostrum,
bajo tus pliegues inguinales avanzan hacia la extenuación
mis convulsas olas lacerantes.

Mi reino existirá
mientras existan las riquezas manifiestas
bajo la luz hendida
de tu urna salvadora.

Javier Asiáin

domingo, 20 de marzo de 2016



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Ignacio Aldecoa Isasi (Vitoria, Álava, 1925 – Madrid, 1969)

Estudiante de Filosofía y Letras y escritor de novelas, relatos, comedias y poesía. Simpatizante del neorrealismo y del “nouveau roman”, expresó su rebeldía existencial y murió prematuramente, victima de una úlcera sangrante.
Entres sus obras, “Todavía la vida”, “Libro de las algas” y “El fulgor y la sangre”.

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Huellas

Tenue la luz en la espera del alba
erraba la noche, litúrgica y vaga,
por la angustia verde de las algas.

Un anillo de diablos volando
y un pegajoso balbuceo de ídolos
y el pez encallado en la orilla,
como un pecho pequeño del mar,
aromando tu marcha nocturna.

¡Ah! el alba rodando y rodando
con un mundo cerrado de pasos,
por la fruta amarilla del alba
con tu mundo cerrado de pasos.

Ignacio Aldecoa

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La ley del péndulo

 

Bajaban los sacos con un cabrestante. La escotilla portalaba un cielo azul de verano, inhóspito como una gran sala vacía. En la bodega de los estibadores, formando corro, abrían cancha al redón descendente. Urgidos por el capataz se abalanzaban sobre los sacos y los apilaban ordenada y rápidamente.
-Saco… estribor… arriba… Inú…
Sentían el polvillo del trigo en los pulmones y carraspeaban de vez en cuando. Las manos se endurecían en la faena, se musculaban y tomaban fuerza.
-Saco… babor… arriba… Inú…
Al ocaso entraba el segundo turno. En el ocaso, antes de que las luces del barco feriaran el trabajo, los estibadores miraban al cielo acuario como si fueran a emerger hacia el infinito.
Los estibadores se prestaban los chalecos de cuero y andrajos. Se despedían.
-¿Te entrenas?
-¿Te parece poco entrenamiento éste?
-A ver lo que haces en el próximo…
-Lo que se pueda.
-A ver cuándo empiezas a ganar dinero y dejas esto.
-En seguida.
En el gimnasio penduleaba el saco de entrenamiento. El boxeador obedecía la voz del capataz.
-Saco… izquierda… derecha… arriba… abajo… Sigue… Para…
En los barcos y en los gimnasios se iba aprendiendo a vivir: fuerza, velocidad, pegada… Un poco más lejos el dinero… y entre tanto de saco a saco como única esperanza.


Ignacio Aldecoa

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domingo, 13 de marzo de 2016


Al-Mutamid (Beja, Portugal, 1039 -1095)

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Alláh Muhammad Al-Mutamid fue rey de la Taífa de Sevilla y conocido como El Rey-Poeta. Se casó con Rumaykiyya, una esclava que en adelante se llamó Itimád.
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ITIMAD

I gnoran mis ojos tu presencia, pero vives en mis etrañas.
T e saludo con mil lágrimas de pena y mil noches sin dormir.
I ngeniaste cómo poseerme, algo difícil, y viste que mi amor es fácil.
M i deseo es estar contigo siempre. ¡Que me conceda este deseo!
A segúrame que cumplirás la promesa y no te cambiarás por mi lejanía.
D i cabida a tu dulce nombre aquí, escribiendo sus letras: ITIMAD

Al-Mutamid
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Perfume

Tres cosas le han impedido venir a verme
por miedo a quien nos vigila
y al celoso que se ahoga de despecho:
la luz de su frente,
el tintineo de sus joyas
y el perfume oloroso
de su cuerpo bajo el manto.
Ella puede taparse la frente
y despojarse de sus joyas
pero no puede suprimir
el aroma de su cuerpo.


Al-Mutamid

jueves, 3 de marzo de 2016


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Pilar Adón (Madrid, 1971)

Licenciada en Derecho Medioambiental por la Universidad Complutense. Traductora, escritora y poeta.
Entre sus obras, “La efímeras”, “Viajes inocentes”, “Las hijas de Sara”, “Mente animal” y “De la mano iremos al bosque”.

La nueva mujer

Aplazo la decisión de moverme.
Aplazo la posibilidad de transformarme en otro ser.

No deseo convertirme en un tronco maduro
del que comiencen a brotar ramitas fuertes y hermosas.
Aplazo la búsqueda de alimento, la construcción de una cúpula
bajo la que esconderme.
Rechazo el movimiento hacia una postura quizá más cómoda
 o quizá más insoportable aún. El aislamiento. El abandono.
La carencia.

Renuncio al salto sobre el río
y a la nueva mujer que empuja dentro de mí.

Pilar Adón
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Estas piernas húmedas no me pertenecen

Estas piernas húmedas no me pertenecen.
Caminan junto a mí, pero no son las mías.
Mi corazón sabio me sugiere que no me asuste, porque no son mías.
Mis piernas han desaparecido,
suplantadas por trozos de carne húmeda que no reconozco, que olvido.

El azul de los brazos,
la devoción de los labios,
el giro de la cabeza hacia el firmamento. Universo negro.

Creador de paraísos ajenos, ¿en qué dirección buscarte?

Virajes, latitudes, orientación en brújula.
Vergel de verdes pájaros y sonidos mansos,
explícame en qué cumbre. Explícame cómo. Y dime, ¿por qué esa altura? Semejante altura para seres tan diminutos.

No puedo interrumpir ahora la huida. Iniciada está y seguiré.
Las piernas no mías me orientan.
Observador de mi escasez, háblame.
¿Cómo sabré que puedo detenerme?


Pilar Adón

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