César Calvo (Iquitos, 1940 –
Lima, 2000)
Poeta
socialmente comprometido y de honda temática, como es la injusticia, la soledad
o la muerte.
Entre sus
obras, “Carta para el tiempo”, “Poemas bajo tierra”, “Ausencias y retardos”,
“El cetro de los jóvenes” y “Ensayo a dos voces” (escrito junto con el también
poeta peruano Javier Heraud).
Entre sus
premios, el del “Concurso El Poeta Joven de Perú”.
Diario de campaña
Detrás de
nuestros actos, como una piel
de voluntad sin
tregua, somos
nuestros
propios antepasados. No hay roca
que no sea
memoria de nosotros, no hay
trigo ni
lamento
que no hayamos
sembrado o desgajado. Sobre
estos mismos
campos donde otros derramaron
las lunas de su
sangre, y se alzaron los látigos
y nadie dijo
nada: caminamos. A nuestro paso dejan
los muertos de
morir, los aún no nacidos
respiran
libremente.
(Después de
aquella vida que en la ciudad vivimos
como una muerte
a medias, esta otra que avanza
sobre el hilo
de los disparos en la noche
alta en el
corazón nos reconforta.
¡Oh vida
amenazada, golpeada
por los
vientos, al aire siempre al aire
y delante de sí
misma siempre! Tal,
en pos de
nosotros, avanzamos, somos
nuestro
destino, la patria de los tiempos.
Y desde estas
llanuras que son otras, entre
los altos
bosques o relámpagos, nos miramos
llegar, nos
saludamos).
¡Saluda tierra
nuestro paso,
que tuyo es:
callado
como el
peligro, fértil
como tus leyes,
revelado milagro! ¡Salúdalo
en la sangre,
en la flor que se abre o en la tumba
que se cierra
como una flor sin nadie!
César Calvo
Preguntas y penumbras
¿Y si de pronto
huyeran
el valor y el
destino
-como alas- de
este pájaro
que me lleva a
los vientos
o a la muerte?
Tal vez mañana
mismo.
Si de pronto
volara
de mi pecho
el corazón,
cayera
como llave en
un pozo:
¿Tú abrirías la
puerta, cruzarías
al umbral a mi
paso señalado,
buscando entre
los muertos?
Es a ti a quien
hablo,
a ti que creces
como una larga
herida
en mi memoria,
a ti que ignoras
como yo
los tatuajes de
mi brazo. Es
a ti a quien
hablo.
El cuerpo de mi
hermano.
Bajo mi cuerpo
tiéndete,
acerca tus oídos
a la tierra:
¿Oyes cómo mis manos
te acarician,
cómo el mar suena
todavía
desde tu
corazón?
Nuestro cuerpo
encontremos.
Tras la puerta,
otro fuego
devora las
montañas,
los sueños
y los hombres.
No digas
nunca: “Hay
tiempo,
hay tiempo”.
Tal vez
mañana mismo,
buscando entre
los muertos
el cuerpo del
hermano,
nuestro cuerpo
encontremos.
César Calvo
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