Reinaldo Arenas Fuentes (Aguas
Claras, Cuba, 1943 - Nueva York, 1990)
Poeta, novelista y dramaturgo.
Comprometido en la revolución castrista, poco después del triunfo
revolucionario entiende que ha sobrevenido una nueva dictadura y destaca por su
oposición al régimen. Pasa en Cuba años difíciles y se exilia a Estados Unidos.
Entre sus novelas podemos citar
“Celestino antes del alba”, “El palacio de las blanquísimas mofetas”, “Otra vez
el mar”, El portero” y “Viaje a la habana”.
Como cuentista, cabe destacar
el volumen “Termina el desfile".
Como poeta citaremos “El
central” y “La voluntad de vivir manifestándose”.
Reinaldo Arenas, decepcionado,
enfermo y cansado de luchar escribió la siguiente nota el 7 de diciembre de
1990:
“Queridos amigos: debido al estado precario de
mi salud y a la terrible depresión sentimental que siento al no poder seguir
escribiendo y luchando por la libertad de Cuba, pongo fin a mi vida. En los
últimos años, aunque me sentía muy enfermo, he podido terminar mi obra
literaria, en la cual he trabajado por casi treinta años. Les dejo pues como
legado todos mis terrores, pero también la esperanza de que pronto Cuba será
libre. (...) Pongo fin a mi vida voluntariamente porque no puedo seguir
trabajando.”
Después de escribir y firmar
esta nota con la instrucción de ser publicada y enviada a todos sus amigos,
preparó un combinado de alcohol y pastillas y lo bebió.
Poema Autoepitafio
Mal poeta enamorado de la luna,
no tuvo más fortuna que el
espanto;
y fue suficiente pues como no
era un santo
sabía que la vida es riesgo o
abstinencia,
que toda gran ambición es gran
demencia
y que el más sórdido horror
tiene su encanto.
Vivió para vivir que es ver la
muerte
como algo cotidiano a la que
apostamos
un cuerpo espléndido o toda
nuestra suerte.
Supo que lo mejor es aquello
que dejamos
-precisamente porque nos
marchamos-.
Todo lo cotidiano resulta
aborrecible,
sólo hay un lugar para vivir,
el imposible.
Conoció la prisión, el ostracismo,
el exilio, las múltiples
ofensas
típicas de la vileza humana;
pero siempre lo escoltó cierto
estoicismo
que le ayudó a caminar por
cuerdas tensas
o a disfrutar del esplendor de
la mañana.
Y cuando ya se bamboleaba
surgía una ventana
por la cual se lanzaba al
infinito.
No quiso ceremonia, discurso,
duelo o grito,
ni un túmulo de arena donde
reposase el esqueleto
(ni después de muerto quiso
vivir quieto).
Ordenó que sus cenizas fueran
lanzadas al mar
donde habrán de fluir
constantemente.
No ha perdido la costumbre de
soñar:
espera que en sus aguas se
zambulla algún adolescente.
Con gran naturalidad, sencillez
y un punto de ironía, expone cuanto supuso la vida y la muerte para él. El
sentido del humor tampoco le es ausente. Con él hace pública su inclinación homosexual, en sus dos últimos
versos.
Poema Sonetos desde el Infierno
Todo lo que pudo ser, aunque
haya sido,
jamás ha sido como fue soñado.
El dios de la miseria se ha
encargado
de darle a la realidad otro
sentido.
Otro sentido, nunca presentido,
cubre hasta el deseo realizado;
de modo que el placer aun
disfrutado
jamás podrá igualar al
inventado.
Cuando tu sueño se haya
realizado
(difícil, muy difícil cometido)
no habrá la sensación de haber
triunfado,
más bien queda en el cerebro
fatigado
la oscura intuición de haber
vivido
bajo perenne estafa sometido.
Curiosísmo soneto:
Está presentado en una sola estrofa sin separación
de cuartetos y tercetos. Todo él aparece rimado con sólo dos rimas (-ado- ,
-ido-). Los versos 6, 7, 8 y 9 aparecen todos rimados en -ado-. Sin embargo es
ortodoxo con el cómputo en los perfectos endecasílabos.
No Es El Muerto Quien Provoca
El Estupor
No es el muerto quien provoca
el estupor
es la sorpresa de ver cómo
olvidamos
su propia muerte, nuestro gran
dolor.
Queda el muerto, nosotros nos
marchamos.
No es el muerto, no, quien se
retira.
Somos nosotros que vamos
discutiendo,
sobre el cadáver que mudo nos
mira,
la posibilidad de seguir sobreviviendo.
Cuando en la memoria al muerto
divisamos
(juegos del tiempo, macabro
escanciador)
no es pues al muerto a quien
estamos viendo:
Somos nosotros que tétricos
quedamos
al ver cómo miramos sin horror
al que en el gran horror se va
pudriendo.
Una reflexión que nunca antes
se me había ocurrido. Después de meditarla, no puedo por menos que admitir
que es una gran reflexión y estoy de
acuerdo con el poeta.
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