jueves, 25 de julio de 2019


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Reinaldo Arenas Fuentes (Aguas Claras, Cuba, 1943 - Nueva York, 1990)

Poeta, novelista y dramaturgo. Comprometido en la revolución castrista, poco después del triunfo revolucionario entiende que ha sobrevenido una nueva dictadura y destaca por su oposición al régimen. Pasa en Cuba años difíciles y se exilia a Estados Unidos.
Entre sus novelas podemos citar “Celestino antes del alba”, “El palacio de las blanquísimas mofetas”, “Otra vez el mar”, El portero” y “Viaje a la habana”.

Como cuentista, cabe destacar el volumen “Termina el desfile".
Como poeta citaremos “El central” y “La voluntad de vivir manifestándose”.

Reinaldo Arenas, decepcionado, enfermo y cansado de luchar escribió la siguiente nota el 7 de diciembre de 1990:
 “Queridos amigos: debido al estado precario de mi salud y a la terrible depresión sentimental que siento al no poder seguir escribiendo y luchando por la libertad de Cuba, pongo fin a mi vida. En los últimos años, aunque me sentía muy enfermo, he podido terminar mi obra literaria, en la cual he trabajado por casi treinta años. Les dejo pues como legado todos mis terrores, pero también la esperanza de que pronto Cuba será libre. (...) Pongo fin a mi vida voluntariamente porque no puedo seguir trabajando.”
Después de escribir y firmar esta nota con la instrucción de ser publicada y enviada a todos sus amigos, preparó un combinado de alcohol y pastillas y lo bebió.

Poema Autoepitafio

Mal poeta enamorado de la luna,
no tuvo más fortuna que el espanto;
y fue suficiente pues como no era un santo
sabía que la vida es riesgo o abstinencia,
que toda gran ambición es gran demencia
y que el más sórdido horror tiene su encanto.
Vivió para vivir que es ver la muerte
como algo cotidiano a la que apostamos
un cuerpo espléndido o toda nuestra suerte.
Supo que lo mejor es aquello que dejamos
-precisamente porque nos marchamos-.
Todo lo cotidiano resulta aborrecible,
sólo hay un lugar para vivir, el imposible.
Conoció la prisión, el ostracismo,
el exilio, las múltiples ofensas
típicas de la vileza humana;
pero siempre lo escoltó cierto estoicismo
que le ayudó a caminar por cuerdas tensas
o a disfrutar del esplendor de la mañana.
Y cuando ya se bamboleaba surgía una ventana
por la cual se lanzaba al infinito.
No quiso ceremonia, discurso, duelo o grito,
ni un túmulo de arena donde reposase el esqueleto
(ni después de muerto quiso vivir quieto).
Ordenó que sus cenizas fueran lanzadas al mar
donde habrán de fluir constantemente.
No ha perdido la costumbre de soñar:
espera que en sus aguas se zambulla algún adolescente.

Con gran naturalidad, sencillez y un punto de ironía, expone cuanto supuso la vida y la muerte para él. El sentido del humor tampoco le es ausente. Con él hace pública  su inclinación homosexual, en sus dos últimos versos.

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Poema Sonetos desde el Infierno

Todo lo que pudo ser, aunque haya sido,
jamás ha sido como fue soñado.
El dios de la miseria se ha encargado
de darle a la realidad otro sentido.
Otro sentido, nunca presentido,
cubre hasta el deseo realizado;
de modo que el placer aun disfrutado
jamás podrá igualar al inventado.
Cuando tu sueño se haya realizado
(difícil, muy difícil cometido)
no habrá la sensación de haber triunfado,
más bien queda en el cerebro fatigado
la oscura intuición de haber vivido
bajo perenne estafa sometido.

Curiosísmo soneto:
Está  presentado en una sola estrofa sin separación de cuartetos y tercetos. Todo él aparece rimado con sólo dos rimas (-ado- , -ido-). Los versos 6, 7, 8 y 9 aparecen todos rimados en -ado-. Sin embargo es ortodoxo con el cómputo en los perfectos endecasílabos.

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No Es El Muerto Quien Provoca El Estupor

No es el muerto quien provoca el estupor
es la sorpresa de ver cómo olvidamos
su propia muerte, nuestro gran dolor.
Queda el muerto, nosotros nos marchamos.

No es el muerto, no, quien se retira.
Somos nosotros que vamos discutiendo,
sobre el cadáver que mudo nos mira,
la posibilidad de seguir sobreviviendo.

Cuando en la memoria al muerto divisamos
(juegos del tiempo, macabro escanciador)
no es pues al muerto a quien estamos viendo:

Somos nosotros que tétricos quedamos
al ver cómo miramos sin horror
al que en el gran horror se va pudriendo.

Una reflexión que nunca antes se me había ocurrido. Después de meditarla, no puedo por menos que admitir que  es una gran reflexión y estoy de acuerdo con el poeta.


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