sábado, 6 de julio de 2019


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Luis Nieto (Sicuani, Cusco, Perú, 1910 – Lima, 1997)


Crítico y poeta de la generación de 1840, interesado por los temas de la justicia social y la lucha de clases. Le gustaba ser llamado “El cholo Nieto”.

Entre sus obras, “Los poemas perversos”, “Puños en alto”, “Poemas de barricada y de combate” y “La canción herida”.


La noche y sus andrajos

Ya va a llegar la noche con su pena,
con su fantasma llovido sobre los ojos,
con su rosario de caídas
y su bandurria de aguas amargas.

Ya va a llegar la noche con su aullido,
y nosotros lo mismo,
lo mismo que la primera vez, mirándonos
la cicatriz aguda de los recuerdos,
palpando a escondidas nuestra miseria,
contando y volviendo a contar nuestras heridas.

Ya va a llegar la noche y sus palabras.
Ya va a llegar la noche y su amenaza.
Ya va a llegar el infortunio con su noche.

Y tú, madre
-sombra dolida que nos llegas al pecho-,
cada vez más ausente con tus miradas,
cavilando siempre ese destino negro
por donde va la lágrima, por donde niña,
se te fue también tu corazón con su madero encima.
Quisiéramos esta vez comenzar de nuevo
aquella historia derribada en la boca milagrosa de la abuela;
quisiéramos escuchar cómo las rejas
van cayendo como piedras, tan lentamente apenas
que dejan un eco doloroso en la pisada.
Pero la abuela ya no está.
Su voz anciana
Se apagó calladita en un rincón como una vela.

Luis Nieto

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Transitoria angustia

Estamos como la primera vez
que llegamos al mundo.
Estamos coronados de llanto,
transidos de suplicantes gestos,
llovidos de un lado para otro
de calcinantes torturas desplegadas.
Estamos como la torrentera de infortunios
Que nace del viejo corazón de las desdichas.

Digo al que pasa: -Dame tu modo de ser
sin molestarte. Dame tu paz, tu sosiego increíble,
ese modo indiferente de mirar las desgracias.

Dame algo, cualquier cosa
para este invierno de mis palabras rotas.
Y el hombre aquel mira
mi transeúnte manera de mirarlo.
Y no hace caso.

Quién pudiera dejar en el armario,
en una esquina, junto al mendigo ciego,
o a la orilla del miedo de ese perro que aúlla,
esta diaria conducta que nos desvela
y nos deja un amargo sabor de violentas cenizas.

No ser nada, pero nada.
Ni siquiera la huella olvidada de los senderos
ni la nostalgia de los adioses huérfanos
ni el cadáver, si quieren, de algún recuerdo muerto.

Nada. Ni siquiera, lo digo de una vez:
ese engendro de lágrima que se quedó sonámbula
en la cruz de blasfemias de mis desgracias.

Luis Nieto

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Amo las noches negras

Amo las noches negras sin luna y sin estrellas,
amos esas noches lúbricas con vino y con mujeres
donde se bebe largo y se habla solamente
del placer que florece en los viejos burdeles.
Amo esas noches trágicas porque son las mejores.
Nunca falta en el bar una lírica alondra,
algún músico ciego con su perro bohemio
ni la chica infeliz que acaricia y que roba.

En una noche de esas, satánicas y ardientes,
se olvida uno de todo: de miseria y de penas;
se bebe ansiosamente, y por último, al alba,
se naufraga en los brazos de cualquier Magdalena.
Son hermosas, yo digo, esas noches sombrías.
Siempre hay una María con dos ojos fatales,
un truhan insolente, un tahúr sinvergüenza,
y también, desde luego, la luz de unos puñales.
Cuando de pronto empiezan a llorar las guitarras
amargo llanto inunda las febriles miradas.
Para ahogar la tristeza, las mujeres ya ebrias
piden más vino y lanzan ruidosas carcajadas.

Son la mejores noches que uno tiene en la vida.
Se ama, se ríe y bebe; se canta y se blasfema;
se paga unas monedas por un beso cualquiera,
se gusta el vino negro de algún dolor que quema.

Nada más bello entonces que decir unos versos.
Se callan las guitarras. Cesa la risa loca.
Llega a todos la espina del poema perverso
y al terminar la estrofa se vacían las copas.

Y al volver la alegría no falta una Margot
que ahoga sus sollozos y permanece pálida…
Quizás qué de recuerdos le trajeron los versos
que no puede evitar le reviente una lágrima.

Por eso yo amo la noche sin estrellas
con mis amigos blasfemos y con mujeres ebrias,
con perros vagabundos y unas tremendas ansias
de ahogar en alcohol todas los horas negras.

Luis Nieto

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