martes, 29 de diciembre de 2020

 Jacinta de Morales (Siglos XVI – XVII)

 

Poetisa.


A San Pedro Mártir

 

El pecho herido, la cabeza abierta,

Luchando con la última agonía,

La fe de Pedro, que espirando ardía,

dio de su gran fervor noticia cierta.

 

La voz turbada ya, la mano yerta

lámina hizo del hielo en que escribía,

con excelente sangre que vertía,

sacros misterios que a explicar acierta.

 

¡Oh tú, que más allá de lo posible

predicación muriendo ejercitaste,

negándote en lo humano a lo sensible!

 

Tú el nombre de mártir conquistaste,

pues del sitio que heroico sufrible

tan eminente cátedra fundaste.

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martes, 22 de diciembre de 2020

El dar

Entonces, un hombre rico dijo: Háblanos del dar.

Y él contestó:

Dais muy poca cosa cuando dais de lo que poseéis.

Cuando dais algo de vosotros mismos es cuando realmente dais.

¿Qué son vuestras posesiones sino cosas que atesoráis por miedo a necesitarlas mañana?

Y mañana, ¿qué traerá el mañana al perro que, demasiado previsor, entierra huesos en la arena sin huellas mientras sigue a los peregrinos hacia la ciudad santa? ¿Y qué es el miedo a la necesidad sino la necesidad misma?

¿No es, en realidad, el miedo a la sed, cuando el manantial está lleno, la sed inextinguible?

Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen y lo dan buscando el reconocimiento y su deseo oculto malogra sus regalos.

Y hay quienes tienen poco y lo dan todo.

Son éstos los creyentes en la vida y en la magnificencia de la vida y su cofre nunca está vacío.

Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio.

Y hay quiénes dan con dolor y ese dolor es su bautismo.

Y hay quienes dan y no saben del dolor de dar, ni buscan la alegría de dar, ni dan conscientes de la virtud de dar.

Dan como, en el hondo valle, da el mirto su fragancia al espacio.

A través de las manos de los que como esos son, Dios habla y, desde el fondo de sus ojos, El sonríe sobre la tierra.

Es bueno dar algo cuando ha sido pedido, pero es mejor dar sin demanda, comprendiendo.

Y, para la mano abierta, la búsqueda de aquel que recibirá es mayor goce que el dar mismo.

¿Y hay algo, acaso, que podáis guardar? Todo lo que tenéis será dado algún día.

Dad, pues, ahora que la estación de dar es vuestra y no de vuestros herederos.

Decís a menudo: "Daría, pero sólo al que lo mereciera." Los árboles en vuestro huerto no dicen así, ni lo dicen los rebaños en vuestra pradera.

Ellos dan para vivir, ya que guardar es perecer.

Todo aquel que merece recibir sus días y sus noches, merece, seguramente, de vosotros todo lo demás.

Y aquel que mereció beber el océano de la vida, merece llenar su copa en vuestro pequeño arroyo.

¿Y cuál será mérito mayor que el de aquel que da el valor y la confianza -no la caridad- del recibir?

¿Y quiénes sois vosotros para que los hombres os muestren su seno y os descubran su orgullo para que así veáis sus merecimientos desnudos y su orgullo sin confusión?

Mirad primero si vosotros mismos merecéis dar y ser un instrumento del dar.

Porque, a la verdad, es la vida la que da a la vida, mientras que vosotros, que os creéis dadores, no sois sino testigos.

Y vosotros, los que recibís -y todos vosotros sois de ellos, no asumáis el peso de la gratitud, si no queréis colocar un yugo sobre vosotros y sobre quien os da.

Eleváos, más bien, con el dador en su dar como en unas alas.

Porque exagerar vuestra deuda es dudar de su generosidad, que tiene el libre corazón de la tierra como madre y a Dios como padre.

Ahlil Gibran

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miércoles, 16 de diciembre de 2020

Yolanda Bedregal de Cónitzer (La Paz, Bolivia, 1916 – 1999)

Miembro de la Academia Boliviana de la lengua y de la Academia Argentina de las Letras, Embajadora de Bolivia en España, profesora de Escultura y de Historia del Arte,, novelista y poeta.

Entre sus obras,  “Naufragio”,  “Bajo el oscuro sol”, “Ecos”, “Poemar”,  “Nadir”, “Del Mar y la Ceniza” y “El cántaro del angelito.”

Entre sus premios, el Premio Nacional de Novela Erich Guttentag y La Gran Orden de la Educación Boliviana.

Tus manos

 

Canción de la esperanza

en el camino inútil

de mi vida, tus manos

cruzan como dos alas

cargadas de ternura.


Elegía humilde

 

Un auto ha arrollado a la vieja sirvienta

¡La pisó como una hoja!

Era una flor del campo, toronjil, yerbabuena.

 

En la casa hubo duelo

por su muerte de plata.

 

Esta mujer oscura de noble cepa aymara

endulzaba la vida de seres y de cosas.

 

Llena está nuestra infancia de su imagen

de Mamita Copacabana;

debajo de su manta de castilla

siempre traía la sorpresa

de frutas, empanadas o juguetes.

 

¡Ay dulce abuela nuestra

de las macetas y del canario!

 

Tendida en su mortaja,

con unción le besamos las santas manos toscas

quietas por fin del cotidiano afán.

Parecían avergonzadas del reposo;

dos angelitos blancos bajaron a cubrirlas.

 

Su nombre era Mama-Usta, y nada más.

Las hadas humildes sólo tienen un nombre

pero es varita mágica de gracia y bendición.

 

De la mano llevaba a mi padre a la misa;

la conocieron los abuelos y bisabuelos.

Era lazo entre el ahora y lo perdido.

 

Todo lo daba, todo, su bondad y su alegría,

el cobre de la dádiva, el óleo del consuelo.

 

Cual sombra milagrosa

colmaba de manjares la olla de cada día,

y con agua y con sol daba celajes

a los visillos y manteles.

Ella prendía el fuego del hogar.

 

Un auto la ha matado. ¡Ay, Dios mío!

Su frente estaba herida

y su cuerpo, nunca tocado,

salpicado de barro.

 

Cuando llegaba al cielo,

con un solo zapato, la falda desgarrada

un coro de jilgueros le cantaba aleluyas.

 

Con humilde inocencia, debió de imaginar

que era fiesta pascual para nosotros.

-¿Como para ella el aleluya?

¿Como para ella nuestro llanto?-

 

Sencilla y limpia entró en la gloria

cuidando todavía la canasta

para la cena de hoy.

 

Nuestra Mama Usta ha muerto.

 

¡Ay canario, ay macetas, patio y agua!

 

Rebelión

 

Miraba yo la pampa inmensa soñando con el mar.

Miraba yo la pampa tensa, tan alta, tan serena,

tocando con el cielo su frente de cristal;

un acorde de grises y violetas su manto,

que altura en la belleza!

que altura en la belleza!

que majestad estática en el día altiplánico!

 

De pronto un niño llora.

Entre la paja brava, con su ponchito viejo

llora un niño. Por que?

Quien sabe...

 

El indio aymará se lleva el grito en su raza,

y su clamor innato

desgarra la serena nobleza del paisaje.

 

Un niño, un llanto humano es una herida abierta

que ensangrienta este mundo.

Tiemblan y se estremecen los monolitos míticos:

se rompen y entreveran los caminos de paz.

Hay maldad en la tierra.

Arde lo que era de hielo.

 

Las palabras suaves se crispan en los puños

desafiando al relámpago.

Corro sobre la pampa desaforadamente;

me quema el corazón como una brasa.

Hay maldad en la tierra, hay injusticia.

 

Quizás mas lejos halle la bandera que busco.

Quiero la gleba abierta con sus labios de surcos

como un libro de música.

Quiero que se calme este llanto de niño

que es llanto del mundo.

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jueves, 10 de diciembre de 2020

Manuel Asur (Lanhuerta, Asturias, 1947)

Doctor en Filosofía, escritor y poeta considerado como el iniciador del “Surdimiento (renacimiento) de la poesía en asturiano”.

Entres sus obras, “Cancios y poemes pa un riscar”, “Orbayos”, “Lo que dice la caracola”, “Balada delbalagar” y “Las arrogancias del barro”


Poeta de moqueta


Prestábame adientrame pel vallín,

escapar a un requexu de verdores,

escaecer asina sinsabores,

d’una fe d’oficina y de bombín.

 

Prestábame gozar de la mudanza,

escapar del reló de mediu dia,

de la senda caleyera a la escondía,

avagar pela vega la vagancia.

 

Prestábame encuevame cola Deva,

escapar de los fíos de San Luis,

de cangúelu de cangues y d’Onís,

de la sonada ausencia del Auseva.

 

Prestábame l’idioma de la llosa,

la fala afalagada pola fiesta:

afogómela’l poeta de moqueta,

qu’a escaparina púnxo-y mariposa.

 

Manuel Asur

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viernes, 4 de diciembre de 2020

Fernando Ferreró (Zaragoza, 1927)

 Pintor, escultor y poeta. Ha publicado numerosos poemarios. Es autor del libro ‘Secuencias y escenarios’.

 

Tu frente sin caminos

Tu frente sin caminos

hacia el alma

tiene la plenitud

de la forma divina.

Tu voz canta en el mar

y, por el día blanco,

los veleros conducen

tu estatua. 

                         Cuando miro,

advierto qué temblor

azota el gesto pálido

que das al impasible

azul, porque el misterio

florece como un signo

punzante bajo tu ala.

Brota la sangre.

Ya me dices la entera

perfección de los seres,

resonando en el aire

y en la lluvia agrupada

sobre los montes húmedos.

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domingo, 29 de noviembre de 2020

Alejandra Pizarnik (Avellaneda, 1936 – Buenos aires. 1972)

Estudiante de Filosofía y Letras, de Literatura, Periodismo y Pintura. En su estancia en París, estudió Historia de la Religión y Literatura Francesa.

Durante su corta vida sufrió profundas depresiones. Después de varios intentos de suicidio, terminó por quitase la vida, recién salida del psiquiátrico, donde había esta do internada un tiempo, tomando pastillas de un barbitúrico.

Entre sus obras, “Última inocencia”, “Árbol de Diana”, “El infierno musical” y “El deseo de la palabra.”

La enamorada

 

Esta lúgubre manía de vivir

esta recóndita humorada de vivir

te arrastra Alejandra no lo niegues.

 

Hoy te miraste en el espejo

y te fue triste estabas sola 

la luz rugía el aire cantaba

pero tu amado no volvió

enviarás mensajes sonreirás

tremolarás tus manos así volverá

tu amado tan amado.

 

Oyes la demente sirena que lo robó

el barco con barbas de espuma

donde murieron las risas

recuerdas el último abrazo

oh nada de angustias

ríen en el pañuelo llora a carcajadas

pero cierra las puertas de tu rostro

para que no digan luego

que aquella mujer enamorada fuiste tú.

 

Te remuerden los días

te culpan las noches

te duele la viva tanto tanto

desesperada ¿a dónde vas?

Desesperada ¡nada más!


La jaula

 

Afuera hay sol.

No es más que un sol

pero los hombres lo miran

y después cantan.

 

Yo no sé del sol.

Yo sé la melodía del ángel

y el sermón caliente

del último viento.

sé gritar hasta el alba

cuando la muerte se posa desnuda

en mi sombra.

 

Yo lloro debajo de mi nombre.

Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos

de realidad

bailan conmigo.

Yo oculto clavos

para escarnecer a mis sueños enfermos.

 

Afuera hay sol.

Yo me visto de cenizas.


La última inocencia

 

Partir

en cuerpo y alma

partir.

 

Partir

deshacerse de las miradas

piedras opresoras

que duermen en la garganta.

 

He de partir

no más inercia bajo el sol 

no más sangre anonadada

no más fila para morir.

 

He de partir

Pero arremete ¡viajera!

 

Alejandra Pizarni

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lunes, 23 de noviembre de 2020

Isabel de Liaño (Palacios de campos . Valladolid – Siglo XVII)

Escritora española. Entre sus obras, ‘Historia de la vida, muerte y milagros de Santa Catalina de Sena.

 

Y tú, lector, si tibio te sintieres

 

Y tú, lector, si tibio te sintieres

y mis versos en ti mal se perciben,

no los leas, te ruego, si quisieres,

pues para ti los tales no se escriben.

Solo los escribí para mujeres,

que lo que es devoción mejor reciben

y aunque no lo merecza harán estima

por ser de mano femenil la rima.


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miércoles, 18 de noviembre de 2020

El comer y el beber

Entonces, un viejo que tenía una posada dijo: Háblanos del comer y del beber.

Y él respondió:

Ojalá pudierais vivir de la fragancia de la tierra y, como planta del aire, ser alimentados por la luz.

Pero, ya que debéis matar para comer y robar al recién nacido la leche de su madre para apagar vuestra sed, haced de ello un acto de adoración.

Y haced que vuestra mesa sea un altar en el que lo puro y lo inocente, el buque y la pradera sean sacrificados a aquello que es más puro y aún inocente que el hombre.

Cuando matéis un animal, decidle en vuestro corazón: "El mismo poder que te sacrifica, me sacrifica también; yo seré también destruido.

La misma ley que te entrega en mis manos me entregará a mí en manos más poderosas.

Tu sangre y mi sangre no son otra cosa que la savia que alimenta el árbol del cielo."

Y, cuando mordáis una manzana, decidle en vuestro corazón:

"Tus semillas vivirán en mi cuerpo.

Y los botones de tu mañana florecerán en mi corazón. Y tu fragancia será mi aliento.

Y gozaremos juntos a través de todas las estaciones."

Y, en el otoño, cuando reunáis las uvas de vuestras vides para el lagar, decid en vuestro corazón:

"Yo soy también una vid y mi fruto será llevado al lagar. Y, como vino nuevo será guardado en vasos eternos."

Y, en el invierno, cuando sorbáis el vino, que haya en vuestro corazón un canto para cada copa.

Y que haya en ese canto un recuerdo para los días otoñales y para la vid y para el lagar.

 

Ahlil Gibrán

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jueves, 12 de noviembre de 2020

María Eloy García (Málaga, 1972)

Licenciada en Geografía e Historia y poeta.

Entre sus premios, el de “Poesía Carmen Conde”.

Entre sus obras, “Diseños experimentales”,  “Metafísica del trapo”, “Hablando en plata”, “Mujeres de carne y verso” y “Cuánto dura cuánto.”


La miss

Toda ella era la historia de la estética

radiante y moderna

a menudo se mostraba atravesada por el verbo

como una serpiente moviendo su cascabel

al ritmo del poderoso veneno

teresa transverberada y hortera

fluye por el érebo de la calle

con piernas que son tierra

para un torso que es un mundo

su sostén neoplatónico

ordena ala forma surgir sobre la materia

en virtud de la realidad superior

que son sus tetas absolutas

sus tetas a priori sus tetas inmutables

culo inteligible sólo para agustines de Hipona

de tan apolínea resultas dionisíaca

concepto vivo para pantalla gigante

te vistes de pantalón de plotino de plaitéx

para el encendido virtual de tu cuerpo matemático

porque la realidad no está pactada en el sueño

te haces mordiéndote y tan figurativa te ves

que podrías condenarnos si quisieras

a la abstracción eterna.


La reponedora Muriel

Sólo tú haces de un día vacío todo el día

eres el demiurgo sencillo de un universo diminuto

arrastrando en el círculo sexto, sección láctea

todo el palé de la tristeza

repones el ansia con el ansia

y el tiempo con el tiempo

sólo tú tienes la contradicción misma

de los dioses

te vanaglorias de un orden

que será siempre destrozado

y al levantarte con el cuerpo tan antiguo

miras los pasillos inexactos

sección deseo llena de realidad

sección verdad llena de historia

a una simple voz tuya todas las bandejas dicen carne

los mostradores revelan la verdad subconsciente de sus 10 grados

se alinean las hileras

surgen anaqueles rebosantes de todo lo que pueda desearse

sólo tú tienes como todas las mañanas

tres horas justas para crear un día.

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viernes, 6 de noviembre de 2020

 Félix de Azúa (Barcelona, 1944)

Licenciado en Filosofía, ensayista, novelista y poeta.

Entre sus obras, “Cepo para nutria”, “Historia de un idiota”, “Diario de un hombre humillado” y “La invención de Caín”.

 

Yo no sé qué esperamos los unos de los otros


Yo no sé qué esperamos los unos de los otros,

ni la razón para tener a mi mano como un fiel aliado.

Nada puedo esperar de una mano

capaz de señalar al justo y al perverso

o escribir poemas en las habitaciones

de un verano impregnado de vino y sal y sangre.

 

Sólo, quizá,

recordar otra gente

que ahora se arrastra entre pájaros muertos

y vivir seriamente un calendario

cuyas mentiras apenas disimulan

lo efímero de su  numeración.

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sábado, 31 de octubre de 2020

 Fernando Mombiela ( Zaragoza, 1969)

 

Escritor, poeta, dramaturgo, ensayista, articulista y crítico literario. Ha participado en radio,  televisión y en varias antologías poéticas.

Poema

 

He aprendido

a decir ‘te quiero’.

El lenguaje de los astros

no me interesa.

 Me gusta claro

como la luz del día.

Y sólo leo

cosas ficticias,

aunque para mí

que tú sabes más,

nadie me ha enseñado

a decir ‘te odio’.

Poema

 

No volverán

los días tiernos, en que

todo era armonioso, distinto,

feliz. No volverán

aquellos tiempos, en que

era una persona

 especial, Y no volverán

las críticas interesadas, las

acertadas citas

de mi obra, porque

no volverá

la vida

a deslumbrarte.


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domingo, 25 de octubre de 2020

Yukio Mishima (Tokio, 1925 – 1970)

Dramaturgo, escritor y poeta. Es considerado como uno de los más grandes escritores japoneses de la posguerra. Su escritura es una denuncia y una rebelión contra la decadencia espiritual en que ve sumida la sociedad en la que vive. Homosexual, de ideas conservadoras y, fascinado desde joven por la idea de la muerte, se suicidó por medio del harakiri.

Entre sus obras, “Confesiones de una máscara”, la tetralogía “El mar de la fertilidad”, “Después del banquete” y “La escuela de la carne.”

Morir

Morir

en el viento

del suicida.

Morir combatiendo

la única muerte

de un guerrero.

Morir

por el filo del sable

de muerte ritual.

Morir

sabiendo que morir

no es más que mejorar

el instante último.

Morir de olvido

como morimos todos

finalmente, a los pies

de un tiempo criminal.

Morir de rosas

de crisantemos

de flores de ciruelo

atravesadas por un grito.

Morir del otro lado  

del mundo

donde haya un guerrero

bajo el sol.

Morir imperial

Sin pedir perdón

 Enfrentando al enemigo

y siendo muerto por él.

Morir

caudillo del cielo

solitario jefe

de un idioma.

Morir

con el sol en la frente

como mueren los nuestros.

Morir

de rodillas al sable

al símbolo divino

de los tiempos.

Morir

de caballos desbocados

de ideogramas en la frente

de seppuku, al amanecer.

Morir

del otro lado

 de las cosas.

Morir con honor

por el acero entrañable

decapitado por el camarada

más querido.

Morir de mar

de isla

de corceles antiguos

 de estampido

Morir

de sangre nueva

junto al escudo medieval

de los guerreros.

 Morir

y olvidarse de un mundo

sin honor.

Morir incomunicado

aislado por el ruido

que el enemigo tajo

para ayudarnos

a morir.

Morir con honor

como un samurái

como un poeta.

Yukio Mishima

Ícaro

¿Pertenezco yo, entonces, a los cielos?

¿Por qué, sino, deberían los cielos

fijarme con esta incesante mirada azul,

tentándonos, a mí a mi mente, más alto

aún más alto, arriba de los cielos,

atrayéndome incesantemente hacia arriba

a lo alto lejos, lejos, lejos de lo humano?

¿Por qué, si el equilibrio ha sido

estrictamente estudiado

y el vuelo calculado con lo mejor de la razón

 hasta que ningún elemento aberrante

debiera por derecho permanecer?

¿Por qué, aún, debiera la lujuria de la ascensión

parecer, en sí misma, cercana ala locura?

Nada hay que pueda satisfaceme;

las novedades terrenas se opacan demasiado rápido.

Me veo llevando más y más alto, más inestable,

más y más cerca de la refulgencia del sol.

¿Por qué me queman, estos rayos de razón,

por qué estos rayos de razón me destruyen?

Los pueblos allá abajo y lo serpenteantes arroyos

se tornan tolerables mientras nuestra distancia crece.

¿Por qué alegan, aprueban, y me tientan

con la promesa de que puedo amar lo humano

si sólo se ve, esto, de lejos,

aunque la meta nunca podría ser el amor,

ni, si lo hubiese sido, podría yo nunca

haber pertenecido a los cielos?

No he envidiado a los pájaros su libertad

ni he sentido  nostalgia por la paz de la Naturaleza,

impulsado por nada salvo este ansia extraña

de lo más elevado, y lo más cercano, para sugerirme

en el azul profundo del cielo, tan contrario

a todas las dichas orgánicas, tan lejano

de los placeres de la superioridad

pero más alto, más alto,

deslumbrado, quizá, por la mareada incandescencia

de las alas enceradas.

¿O acaso entonces

 

pertenezco, después de todo, a la tierra? 

¿Por qué, sino, debería la tierra

mostrar tal ligereza para circundar mi caída?

Sin ofrecer ningún espacio para pensar o sentir,

por qué entonces la blanda, indolente tierra

me recibió con el impacto de su plato de acero?

¿Acaso la blanda tierra se volvió acero

sólo para mostrarme mi propia blandura;

que la Naturaleza trajera el hogar a mí;

que caer, no volar, está en el orden de las cosas,

más natural por lejos que aquella imponderable pasión?

¿Es el azul del cielo, entonces, un sueño?

¿Fue diseñado por la tierra, a la que yo pertenecía,

en relación a la fugaz, blanco-quemante intoxicación

conseguida por un momento por las alas enceradas?

¿Y favorecieron los cielos el plan para castigarme?

Para castigarme por no creer en mí mismo

o por creer demasiado;

demasiado anhelante de saber dónde residía mi lealtad

o vanamente asumiendo que ya lo sabía todo

por querer partir volando a lo desconocido o a lo conocido:

¿Ambos el mismo azul pedacito de una idea?

 

Yukio Mishima

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