El Placer
Entonces, un
ermitaño, que visitaba la ciudad anualmente, se adelantó y dijo: Háblanos del
Placer.
Y él
respondió, diciendo:
El placer es
una canción de libertad, pero no es libertad. Es el florecer de vuestros
deseos, pero no su fruto.
Es una llamada
de la profundidad a la altura pero no es lo profundo ni lo alto.
Es lo
enjaulado que toma alas, pero no es el espacio confinado.
¡Ay! en verdad
verdadera, el placer es una canción de libertad.
Y yo desearía
que la cantarais con plenitud de corazón, pero no que perdierais el corazón en
el canto.
Algunos
jóvenes entre vosotros buscan el placer como si lo fuese todo y son juzgados
por ello y censurados.
Yo no los
juzgaría ni censuraría. Los dejaría buscarlo. Porque encontrarán el placer pero
no lo encontrarán solo; siete son sus hermanas y la peor de ellas es más
hermosa que el placer.
¿No habéis
oído del hombre que escarbaba la tierra buscando raíces y encontró un tesoro?
Y algunos
mayores entre vosotros recuerdan los placeres con arrepentimiento, como faltas
cometidas en embriaguez. Pero el arrepentimiento es el nublarse de la mente y
no su castigo.
Deberían ellos
recordar los placeres con gratitud, como lo harían de la cosecha de un verano.
Sin embargo,
si los conforta el arrepentirse, dejad que se arrepientan.
Y algunos hay,
entre vosotros, que no son ni jóvenes para buscar, ni viejos para recordar.
Y, en su miedo
a buscar y recordar, huyen de todos los placeres para no olvidar el espíritu u
ofenderlo.
Pero esa
renuncia misma es su placer.
Y, así, ellos
también encuentran un tesoro, escarbando con manos temblorosas para buscar
raíces.
Pero, decidme,
¿quién es el que puede ofender al espíritu?
¿Ofende el
ruiseñor la quietud de la noche o la luciérnaga ofende a las estrellas?
Y ¿molestan al
viento vuestro fuego o vuestro humo? ¿Creéis que es el espíritu un estanque
quieto que podéis enturbiar con un bastón?
A menudo, al
negaros placer, no hacéis otra cosa que guardar el deseo en los recesos de
vuestro ser.
¿Quién no sabe
que lo que parece omitido, aguarda el mañana?
Aun vuestro
cuerpo sabe de su herencia y su justa necesidad y no será engañado.
Y vuestro
cuerpo es el arpa de vuestra alma.
Y sois
vosotros los que podéis sacar de él dulce música o confusos sonidos.
Y ahora
vosotros preguntáis en vuestro corazón: " ¿Cómo distinguiremos lo que es
bueno de lo que no es bueno en el placer?"
Id a vuestros
campos y a vuestros jardines y aprenderéis que el placer de la abeja es reunir
miel de las flores.
Pero es
también el placer de la flor el ceder su miel a la abeja.
Porque, para
la abeja, una flor es fuente de vida.
Y, para la
flor, una abeja es un mensajero de amor, y para ambos, abejas y flor, el dar y
el recibir placer son una necesidad y un éxtasis.
Pueblo de
Orfalese, sed en vuestros placeres como las abejas y las flores.
Ahlil Gibran
Imagen:https://www.google.com/
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