miércoles, 29 de diciembre de 2021

Louis Aragón (París 1987 – 1982)

Médico, novelista y poeta. Fue uno de los principales integrantes del movimiento dadaísta y surrealista, oponiéndose a los valores tradicionales en el arte.

Militó en el Partido Comunista y colaboró como médico en la resistencia contra el Nazismo.

Entre sus obras, “Fuego de alegría”, “Libertad”, “Los ojos de Elsa”, “Movimiento perpetuo” y “Habitaciones.”

La rosa y la reseda


El que en el Cielo creía,

el que no creía en él,

los dos con idolatría

amaban a la rehén.

Uno a mirarla subía,

otro tendíase al pie:

el que en el Cielo creía,

el que no creía en él.

 

Nada importa cuál sería

la luz que alumbrando fue;

uno del templo salía,

otro esquivó su dintel:

el que en el Cielo creía,

el que no creía en él.

 

Cuerpo y alma en alegría,

cada cual amante fiel,

que Ella vive se decía,

y quien viva lo ha de ver:

el que en el Cielo creía,

el que no creía en él.

 

Loco pedir cortesía

viendo arrasada la mies,

rumiando melancolía

de la metralla al vaivén:

el que en el Cielo creía,

el que no creía en él.

 

Desde lo alto el vigía

tiró una y otra vez;

uno tras otro caía;

¿cuál de ellos muerto fue:

el que en el Cielo creía,

el que no creía en él?

 

¿En la prisión cuál sería

el de más duro yacer;

cuál de los dos prefería

de las ratas el tropel:

el que en el Cielo creía,

el que no creía en él?

 

Sollozar de rebeldía,

¿a quién puede conmover?

Dejan la terrena vía

al rayar el alba cruel

el que en el Cielo creía,

el que no creía en él.

 

Al caer, nombrar se oía

a la que adorada fue;

con brillo igual relucía

la roja sangre al caer

del que en el Cielo creía,

del que no creía en él.

 

Cárdeno arroyo teñía

la tierra de su nacer

para que madure un día

vendimias de moscatel

el que en el Cielo creía,

el que no creía en él.

 

Corren, vuelan a porfía

el bretón y el lorenés;

vuelve el grillo a su tonía

en el huerto y el vergel.

Flauta o viola en melodía,

en doble amor van a arder

las aves entre la umbría,

rosa y reseda también.


Louis Aragón

Versión de: Carlos López Narváez


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miércoles, 22 de diciembre de 2021

Mercedes de Castro (León, 1953)

Ingeniero agrónomo, escritora y poeta.

Entre sus obras, “Paisaje de la sangre”, “La sombra de la sombra de un sueño”, “El retrato quebrado” y ‘Jardines interiores'.


Los árboles


De qué lugar vinieron en la noche del mundo.

La luz los trajo con su lengua de júbilo.

Mitad de los tiempos

se abrió paso su poderos voz,

su eficacia de vertical palabra, el discurso:

los bosques.

Dieron forma a la sorpresa elemental del día,

vistieron los vestíbulos del orden.

Vecinos del peligro de ser útiles.

Su magnitud en la belleza incomparable.

Nada después en que pusiera el hombre

su mano se asemeja.

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miércoles, 15 de diciembre de 2021

Alejandro Alagón (Huesca, 1969)

Escritor e investigador, licenciado en Filología Hispánica. Entre sus obras: ‘Años colaterales’ y ‘Un nuevo horizonte:

El vendedor de globos

 

Un vendedor controla cada día

La rebelión de globos, la maraña,

el desdén de cuerdas que acompaña

su soledad tan ácida y vacía.

 

Hoy la estatua transmite su apatía,

su apariencia de bronce hostil y huraña.

Hoy los cielos padecen la cizaña

de nubes, la maleza de voz fría.

 

El hato de cometas sobre el río

ya se estira, se encoge en la ribera

y disimula el grito del cohete.

 

Burbujas de jabón en el hastío,

cien óvalos de plástico en la acera

cambian de dueño a cambio de un billete.

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miércoles, 8 de diciembre de 2021

Séneca. Lucio Aneo (Corduba, 4 a.C. – Roma, 65 d.C.)

Político, orador, filósofo, escritor y poeta; ministro, tutor y consejero del emperador Nerón. Acusado de conjurar contra éste, fue condenado a muerte. Ante la noticia, optó por suicidarse abriéndose las venas.

Entre sus obras, ‘De la ira’, ‘De la vida retirada o del ocio’, ‘De la firmeza del sabio’, ‘Hércules furioso’, ‘Las troyanas’, ‘Edipo’ y ‘Las fenicias’.


Un nuevo mundo

 

Audaz en demasía quien primero los mares

traidores sobre tan frágil navío surcó

y, las tierras propias a sus espaldas viendo,

confió la vida a brisas inconstantes;

quien, cortando las superficies con rumbo dudoso,

fue capaz de librarse a un leño débil

–entre los caminos de la vida y de  la muerte

limite trazado demasiado tenue-.

Nadie aún las estrellas conocía

y de los astros con que se pinta el éter

nadie hacía uso; aún la Híades lluviosas

esquivar sabía embarcación ninguna,

ni las luces de la Cabra Olenia,

ni los Carros de las Osas que sigue

y dirige pausado el anciano Boyero;

 ni aún el Bóreas, mi aún el Céfiro

nombre tenían.

Se atrevió Tifis a desplegar las velas

en el espacioso ponto

 y nuevas leyes dictar a los vientos:

ahora tender el velamen todo desplegado,

ahora, con la escota adelantada, recoger

los vientos sesgados, ahora las entenas

colocar seguras en medio del mástil,

ahora amarradas en todo lo alto,

cuando ya los soplos demasiado ansioso

el marino todos desea y, con la vela

alzada, tremolan los gallardetes bermejos.

Nuestros padres tiempos felices

vieron, lejos del todavía remoto engaño.

 Acercándose cada cual perezoso a sus costas

y logrando la vejez en el campo paterno,

rico con poco: a no ser las que le dio

el suelo donde nació, ignora otras fortunas.

Los pactos del mundo bien demarcado

los reunió en uno solo el pino de Tesalia;

hizo que sufriera golpes el ponto,

que una porción de nuestro temor fuera

el alejado mar. Se procuró él con su osadía

castigos duros, en medio de tan largos

peligros llevado, cuando dos peñascos .

los cerrojos del abismo-, acercándose

con movimiento inesperado, y un estruendo

en todo el cielo, crujieron; regó los astros

y las nubes mismas el mar aprisionado.

Palideció el audwz Tifis y todas

las sogas de su mano vacilante dejó ir,

Orfeo calló con su lira balbuciente

y la propia nave Argo su voz perdió.

Y¿qué cuando la virgen del Péloro siciliano,

rodeada en su vientre de perros rabiosos,

dejó sueltas a la vez las fauces todas?

¿Quién  no sintió erizarse todos sus miembros

ante este monstruo único que por tantos ladraba?

Y ¿qué cuando esas desgracias funestas al mar

Ausonio con canora voz acariciaron,

y, al eco de la cítara pieria,

el tracio Orfeo casi logró que, acostumbrada

con su canto a retener las naves,

la Sirena le siguiera? ¿Cuál fue de este

viaje el botín? Una piel de oro

y ¡Medea, desgracia aún peor que el mar,

digno regalo del primer navío!

Ahora ya cedió el ponto y todas

las leyes soporta: no es necesario pactar

con Palas para navegar como la ilustre Argo,

ni son precisos ya remos movidos por reyes:

cualquier barca por alta mar navega;

las fronteras todas se han corrido y las ciudades

sus muros levantaron en nuevas tierras,

nada en el ligar que tuvo permanece;

el orbe entero está abierto: el indio bebe

del Araxes helado; los persas del Elba

y del Rin beben. Han de venir, en años aún 

lejanos, tiempos en los que el Océano

las ataduras de las cosas suelte, enorme

se abra su continente y Tetis nuevos

mudos descubra; no será en las tierras

la última Tule.

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miércoles, 1 de diciembre de 2021

Sor Francisca de Santa Teresa (Madrid, 1654 – 1707)

Fue una religiosa escritora y poetisa.

Entre sus obras: ‘Coloquio espiritual entre las fuerzas del Amor Divino’, ‘Coloquio al nacimiento de nuestro Redentor’ y ‘Entremés del estudiante y la sorda’.


Cristo Crucificado

 

Místicos corazones amantes,

ofreced, postrad y rendid

el aliento, el curso, la vida,

que todo lo roba el Rey más feliz.

Tácitos, abrasados volcanes,

encended, exhalar, despedid

el incendio, el suspiro, la flecha

que arroja el Amor y suaviza el sufrir.

Músicos, silenciosos acentos,

entonad, ocultad, perseguid

en dulzura, en fragancias, en ecos

la lira suave y de amor el clarín.

Águilas de su dulce costado,

atended, mirad, y seguid

a la sangre, al agua, al fuego

que sopla el afecto y emprende la lid.

Cándidos donde asesta sus tiros,

disponed, preparad, prevenid

a la seña, al objeto, al halago

del arco divino que hiere sutil.

Céfiros le tribute mi llanto

en el oro, la escarcha, el rubí

de su pelo, sus ondas, sus crespos

adonde me anego y engolfar me vi.

Ínclitas majestades, sus ojos

venerad, copiad, advertir

la caricia, el imán, el hechizo

en cuya belleza es luz el eclís.

Púrpura, coronada cabeza,

admirad, buscad, admitid

las espinas, las puntas, las rosas

que anima el clavel y alienta el carmín.

Néctares de sus dientes perfectos,

en la concha, la perla, el jazmín,

la doctrina, lo suave, lo dulce

destilan sus labios dulzuras sin fin

Pródigas sus manos abiertas,

a su pecho, a su silbo, al redil,

el triunfo, la palma, el acierto

que glorias señala y enseña a subir.

Nácares de sus llagas hermosas

adorad, besad, esculpid

con pasos, con voces, con vuelos,

que solo remonta quien llega a rendir.

Ápices aprended de Agustino,

en su escuela estudiad, convertid

el afecto, el seguro, el logro

querúbica ciencia y amor serafín.

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