miércoles, 8 de diciembre de 2021

Séneca. Lucio Aneo (Corduba, 4 a.C. – Roma, 65 d.C.)

Político, orador, filósofo, escritor y poeta; ministro, tutor y consejero del emperador Nerón. Acusado de conjurar contra éste, fue condenado a muerte. Ante la noticia, optó por suicidarse abriéndose las venas.

Entre sus obras, ‘De la ira’, ‘De la vida retirada o del ocio’, ‘De la firmeza del sabio’, ‘Hércules furioso’, ‘Las troyanas’, ‘Edipo’ y ‘Las fenicias’.


Un nuevo mundo

 

Audaz en demasía quien primero los mares

traidores sobre tan frágil navío surcó

y, las tierras propias a sus espaldas viendo,

confió la vida a brisas inconstantes;

quien, cortando las superficies con rumbo dudoso,

fue capaz de librarse a un leño débil

–entre los caminos de la vida y de  la muerte

limite trazado demasiado tenue-.

Nadie aún las estrellas conocía

y de los astros con que se pinta el éter

nadie hacía uso; aún la Híades lluviosas

esquivar sabía embarcación ninguna,

ni las luces de la Cabra Olenia,

ni los Carros de las Osas que sigue

y dirige pausado el anciano Boyero;

 ni aún el Bóreas, mi aún el Céfiro

nombre tenían.

Se atrevió Tifis a desplegar las velas

en el espacioso ponto

 y nuevas leyes dictar a los vientos:

ahora tender el velamen todo desplegado,

ahora, con la escota adelantada, recoger

los vientos sesgados, ahora las entenas

colocar seguras en medio del mástil,

ahora amarradas en todo lo alto,

cuando ya los soplos demasiado ansioso

el marino todos desea y, con la vela

alzada, tremolan los gallardetes bermejos.

Nuestros padres tiempos felices

vieron, lejos del todavía remoto engaño.

 Acercándose cada cual perezoso a sus costas

y logrando la vejez en el campo paterno,

rico con poco: a no ser las que le dio

el suelo donde nació, ignora otras fortunas.

Los pactos del mundo bien demarcado

los reunió en uno solo el pino de Tesalia;

hizo que sufriera golpes el ponto,

que una porción de nuestro temor fuera

el alejado mar. Se procuró él con su osadía

castigos duros, en medio de tan largos

peligros llevado, cuando dos peñascos .

los cerrojos del abismo-, acercándose

con movimiento inesperado, y un estruendo

en todo el cielo, crujieron; regó los astros

y las nubes mismas el mar aprisionado.

Palideció el audwz Tifis y todas

las sogas de su mano vacilante dejó ir,

Orfeo calló con su lira balbuciente

y la propia nave Argo su voz perdió.

Y¿qué cuando la virgen del Péloro siciliano,

rodeada en su vientre de perros rabiosos,

dejó sueltas a la vez las fauces todas?

¿Quién  no sintió erizarse todos sus miembros

ante este monstruo único que por tantos ladraba?

Y ¿qué cuando esas desgracias funestas al mar

Ausonio con canora voz acariciaron,

y, al eco de la cítara pieria,

el tracio Orfeo casi logró que, acostumbrada

con su canto a retener las naves,

la Sirena le siguiera? ¿Cuál fue de este

viaje el botín? Una piel de oro

y ¡Medea, desgracia aún peor que el mar,

digno regalo del primer navío!

Ahora ya cedió el ponto y todas

las leyes soporta: no es necesario pactar

con Palas para navegar como la ilustre Argo,

ni son precisos ya remos movidos por reyes:

cualquier barca por alta mar navega;

las fronteras todas se han corrido y las ciudades

sus muros levantaron en nuevas tierras,

nada en el ligar que tuvo permanece;

el orbe entero está abierto: el indio bebe

del Araxes helado; los persas del Elba

y del Rin beben. Han de venir, en años aún 

lejanos, tiempos en los que el Océano

las ataduras de las cosas suelte, enorme

se abra su continente y Tetis nuevos

mudos descubra; no será en las tierras

la última Tule.

Imágenes;https://www.google.com/

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