Sor Francisca de Santa Teresa (Madrid, 1654 – 1707)
Fue una religiosa escritora y poetisa.
Entre sus obras: ‘Coloquio espiritual entre las fuerzas del Amor
Divino’, ‘Coloquio al nacimiento de nuestro Redentor’ y ‘Entremés del
estudiante y la sorda’.
Cristo Crucificado
Místicos corazones amantes,
ofreced, postrad y rendid
el aliento, el curso, la vida,
que todo lo roba el Rey más feliz.
Tácitos, abrasados volcanes,
encended, exhalar, despedid
el incendio, el suspiro, la flecha
que arroja el Amor y suaviza el sufrir.
Músicos, silenciosos acentos,
entonad, ocultad, perseguid
en dulzura, en fragancias, en ecos
la lira suave y de amor el clarín.
Águilas de su dulce costado,
atended, mirad, y seguid
a la sangre, al agua, al fuego
que sopla el afecto y emprende la lid.
Cándidos donde asesta sus tiros,
disponed, preparad, prevenid
a la seña, al objeto, al halago
del arco divino que hiere sutil.
Céfiros le tribute mi llanto
en el oro, la escarcha, el rubí
de su pelo, sus ondas, sus crespos
adonde me anego y engolfar me vi.
Ínclitas majestades, sus ojos
venerad, copiad, advertir
la caricia, el imán, el hechizo
en cuya belleza es luz el eclís.
Púrpura, coronada cabeza,
admirad, buscad, admitid
las espinas, las puntas, las rosas
que anima el clavel y alienta el carmín.
Néctares de sus dientes perfectos,
en la concha, la perla, el jazmín,
la doctrina, lo suave, lo dulce
destilan sus labios dulzuras sin fin
Pródigas sus manos abiertas,
a su pecho, a su silbo, al redil,
el triunfo, la palma, el acierto
que glorias señala y enseña a subir.
Nácares de sus llagas hermosas
adorad, besad, esculpid
con pasos, con voces, con vuelos,
que solo remonta quien llega a rendir.
Ápices aprended de Agustino,
en su escuela estudiad, convertid
el afecto, el seguro, el logro
querúbica ciencia y amor serafín.
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