martes, 30 de enero de 2024

Eduardo Fariña (Santiago de Chile, 182)

Periodista y poeta residente en Zaragoza desde el 2004. Es doctor en Literaturas Hispánica por la Universidad de Zaragoza. Autor de ‘Promesa y Conquista’ entre otras obras.

Trance

La sombra de la voz toca el fondo de la copa

esa sombra que sabe medir el sabor

y al aire le devuelve la pasión fermentada.

 

Tacto experto que se inclina

ante la pereza de la tarde

bajo el árbol esta sombra podría verse.

 

mirándola de frente olvido el propósito

de la luz que paciente incuba adicción

a esas célebres polillas.

 

Y frente al riesgo

la presencia de la voz

desactiva el tiempo.

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jueves, 25 de enero de 2024

Karin Boye (Gotemburgo, 1900 – Alingsas, 1841)

Fue una novelista, ensayista, traductora, poetisa, feminista y activista sueca. Entre sus obras: ‘Por supuesto que duele’, ‘En movimiento’, ‘El despertar de los méritos’ y Por el árbol’.

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Dedicatoria

Todo, todo lo que yo poseía
era más tuyo que mío.
Todo lo más hermoso que yo quería
era tuyo, tuyo, tuyo.
Hablé contigo en voz alta
de lo que nadie en el mundo sabe.
En infinitos caminos
fuiste mi soledad.
Cada vez que yacía yo despierta en la noche
y no pensaba en nada,
te respiraba, te sentía a ti, a ti.
Estabas alrededor.
La vida es algo sin vida
si tú no estás allí.
El mundo es una inmensa cáscara
sin ninguna semilla dentro

Traductor: Jesús García

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jueves, 18 de enero de 2024

Sofía Pérez Casanova (La Coruña, 1861 – Polonia, 1861)

Fue una periodista corresponsal de guerra, novelista, dramaturga y poeta. Entre sus obras: ‘El cancionero de la dicha’. ‘Amores y confidencias', ‘El pecado’, ‘Princesa del amor hermoso’ y ‘Triunfo de amor’.  

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El búho

 

Del juvenil ramaje de la huerta
las palomas su vuelo han levantado,
un búho en el pinar se ha recatado
ciego, que ya el crepúsculo despierta.

El caballejo con mirada alerta
para la noria, el cuco se ha callado,
una gata se esconde en el tejado
y un can aúlla tras cerrada puerta.

Silencio. Pasa un hombre lentamente
baja la testa, el capuchón caído
cual si buscara en torno algo perdido.

Y el búho se lanzó del hombre enfrente
el disco de sus ojos encendido…
Y está la luna de la noche ausente.

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viernes, 12 de enero de 2024

Ramón Aceña Durán (Antigua, Guatemala. 1895 – 1945)

Farmacéutico, periodista, narrador, dramaturgo y poeta.

Entre sus obras, “Blasones”, “Herejías”, “Tiruliro y otras historias sin motivo” y “Parque galante”.

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Décimas de verde y viejo

I

Helena estatua en saudades

forjada de mármol tibio,

navegando en un anfibio

de goma y de veleidades;

ondulantes suavidades

abandonas con incuria

al agua que, en dulce furia

vuelta piscina de mieles,

gritando está a Praxiteles

para tallarle en lujuria.

II

Casta Susana, en tus dejos

inspiras palabras tiernas

por la gracia de tus piernas

a los niños y a los viejos.

¿Quién tuviera catalejos

o pudiera hacer acopio

del tele, hasta el microscopio,

para cazar la esperanza

de un sueño que no se alcanza

ni con veinte quilos de opio?

III

No conturbes a Neptuno

ni a los tritones, ni el fino

pie agites en submarino

maremoto inoportuno,

que, puede haber más aguno

de la síntesis amante

que colmando la anhelante

expectativa de las turbas,

te vuelque en total de curvas

redonda luna radiante 

IV

Tal eclipse retuviera

en trance los corazones

y a tu vista tiburones

voraces de amor hubiera.

Ya que por mirarte entera

cual bañista de vitrinas

donde exhiben mallas finas,

viejos de barbas talmúdicas

adivinanzas impúdicas

tienen, por lo que adivinas.

V

Sigue brava estatua loca

de humedecidos caireles

sobre tu monstruo, en las mieles

de esta piscina que evoca

un agua-dulce en tu boca

y un agua-fuerte al sediento…

Y bogando con buen viento

no más pruebes ser Helena,

mostrando la Y griega y plena

tumbada de sotavento.

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viernes, 5 de enero de 2024

José Formaris (Bayamo, Cuba, 1827 – La Habana, 1890)

Licenciado en leyes, Regidor de Ayuntamiento, Profesor, Ensayista y poeta. Muchos de sus versos fueron musicalizados. Cantó a los sentimientos patrióticos de los criollos  y a la vida de los primeros habitantes de la isla, prácticamente desaparecidos después de la colonización española.

Entre sus obras, “Cantos de siboney”

La Bayamesa

¿No recuerdas, gentil bayamesa

que tú fuiste mi sol refulgente,

y risueño en tu lánguida frente

blando beso imprimí con ardor?

¿No recuerdas que en un tiempo dichoso

me extasié con tu pura belleza,

y en tu seno doblé mi cabeza

moribundo de dicha y amor?

Ven, y asoma a tu reja sonriendo;

ven, y escucha amorosa mi canto;

ven no duermas, acude a mi llanto;

pon alivio a mi duro dolor.

Recordando las glorias pasadas

disipemos, mi bien, la tristeza;

y doblemos los dos la cabeza

moribundos de dicha y amor.

La serrana de Jiguani

En un sitio pintoresco

en el rigor del Estío,

a las orillas de un río

una serrana encontré.

Llevaba un cántaro al hombro

virgen tan cándida y bella;

y bajo un cedro con ella

oíd como platiqué:

 

Yo

 

Aproxímate y responde:

¿Tú eres india? ¿Todavía,

ángel de la selva umbría,

se esconde tu raza aquí?

 

Ella

 

Aquí, señor, esquivando

de los caribes las sañas,

nos oculta en sus entrañas

la sierra de Jiguaní.

 

Yo

 

Refiere la santa Biblia

que allá en época lejana,

hubo, preciosa serrana,

un diluvio universal.

Bajo las aguas inmensas

todos los hombres lanzados,

cedieron desesperados

a su destino fatal.

 

Mas flotó entonces un arca

resbalando de ola en ola,

y con su familia sola

salvóse un patriarca allí.

Para ti, para los tuyos,

ángel puro y escogido,

arca salvadora ha sido

la sierra de Jiguaní.

 

Ella

 

Yo no sé de esas historias,

mas es igual a la nuestra:

es horrorosa, es siniestra,

es toda una maldición.

Por eso tu grato acento

en mí tal eco produce,

y es música que seduce

mi afligido corazón.

 

Yo

 

Escúchame. Yo te adoro.

El fuego de tu puerta

en mi corazón destila

hirviente lava de amor.

Esa vida que tú llevas

sin ilusión ni ventura,

simpatiza, virgen pura,

con mi llanto y mi dolor.

 

Ella

 

¡Amarte! ¡Nunca! Mi mano

a ti no te pertenece;

ni tu queja me enternece,

ni debo pensar en ti.

Nunca mi sangre a la tuya

he de unir en lazo odioso:

yo amo ya; será mí esposo

un indio de Jiguaní.

 

Pero sus ojos brillaron

vivos, rutilantes, bellos;

fijé la mirada en ellos,

y enmudecimos los dos.

La voz de la simpatía

con sus dulces vibraciones,

llevó nuestros corazones

el uno del otro en pos.

 

Tembló el aire entre las hojas

del cedro y de la macagua;

ella su cántaro de agua

llenó triste, y yo partí.

Seguí por extrañas rutas,

y del alba a los reflejos,

volví el rostro, y miré al lejos

la sierra de Jiguaní.

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