sábado, 27 de julio de 2024

Mercedes Castro (Ferrol, 1972)

Es una escritora y poeta española. Entre sus obras: ‘Y punto’, ‘Mantis’ y ‘La niña en rebajas’.

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Poema de la curación

Ya no me duele nada.

Nada me duele
cuando te miro,
y mira que lo siento,
pero sin dolor.

No se me alborota
el alma,
no se me escapan
suspiros,
ni me tiembla el pulso,
ni me revela el rubor.

Y siento pena,
una poca,
mi amigo,
cuando en tus ojos
veo
que no brillan
los míos.

Pero ya no me duele
nada
de tanto que me dolió
el adiós.

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domingo, 21 de julio de 2024

Ramiro Fonte Crespo (Puentedeume, 1957 - Barcelona, 2008)

Licenciado en Filosofía y letras, profesor, crítico literario, ensayista, narrador y poeta.

Entre sus obras, ‘O retornado’, ‘Pensar na tempestade’, ¡Luz do mediodía’, ‘Persoas do amor’ y ‘Xardín do pasatempo’.

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La rosa

Esa flor que posabas

en el vértice agudo de tus días

que eran también los míos –si me lo concedes-

y era un peligro audaz, un tanto dulce,

dejarla allí, invocarla

a través de la canción de los solitarios

o de las grandes derrotas; esa flor

 

por ti acostada

en la trémula frontera que tu pecho

hace con lo terrible, con lo que queda lejos,

con lo que cae allende nuestros sueños,

se mustió durante cien albas bien frías;

de su ceniza brotó la única rosa.

 

Y era aquel tiempo triste, ciertamente.

Llovía mucho en torpes calendarios,

en los días jueves, en los abrigos lentos;

en la pálidas semanas de un amor,

y nosotros, los fugitivos

de todos los deseos,

manchábamos los colores de  los retratos

con gestos esquivos, con miradas

codiciosas de la insegura partida,

y era aquel tiempo grande porque teníamos rosas.

 

A veces nos sorprendemos

persiguiendo los recuerdos como tal vez procura

un marinero ciego con sus ojos

el engaño de una luz que viene del mar,

y volvemos allí para caer de  nuevo,

para dejar partir esos expresos

que desgarran el amanecer porque desean

otras ciudades puras, algún lugar sin nombre;

para darle a esa noche que no nos lo merece

la moneda de oro restregada

por la rara amistad que provocan los versos.

 

No debemos dejar que el viento de la impiedad

derroque una atalaya de inocencia

o que no queme el vuelo un ángel negro

derramado en las almas.

 

Porque estamos seguros

de que para ahogar de nuevo la mocedad

precisamos manos limpias y agua clara,

y saber que arrasamos un jardín

y alguna primavera, que perdimos

quizá alguna vida

para volver a la vida y encontrarnos,

pero no los recuerdos ni la rosa.

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domingo, 14 de julio de 2024

Alberto Chimal (Toluca, México, 1970)

Ingeniero de Sistemas Computacionales, maestro en Literatura Comparada, profesor y escritor.

Ganador entre otros, del premio Becarios y del Premio Nacional del Cuento.

Destaca sobre todo como cuentista, uniendo magistralmente el mundo mítico con el real.

Entre sus obras, “El rey bajo el árbol florido”, “El ejército de la Luna”, “El país de los hablistas” y “El secreto de Gorco” (teatro).

Madre Ballena y el Pescador

-Madre Ballena, Madre Ballena, ¿a mi destino me llevas? -esto dijo el pescador. Lo había dicho varias veces desde que la señora, gruesa y cana, con la que se encontrara en su huida a la orilla del mar, habíase metamorfoseado en ballena gris y, con su voz profunda, habíalo invitado a subir a su lomo, para cruzar el mar.

Y la Madre Ballena, entre el retumbo de la espuma: -Que sí -le dijo-, y esto has de recordar: cuando arribemos a donde arribaremos, y estés ante las doncellas que se bañan en las olas mansas de esa playa nueva, debes acercarte no a la más bonita, ni a la que adorne su cabello con las conchas marinas más blancas, sino a la que tenga rostro feo y algas en pelo. No querrá hablarte, pero tú la harás reír con ese canto chusco que ofendió al rey. Luego se casarán. Entonces ella querrá que viajen al interior, y que trabajes la tierra, pero tú dirás que no, y serás lo que eres, pescador de redes y de barca. Y siete hijos tendrán. Entonces no al primero, no al segundo, no al tercero cuarto quinto sexto sino al séptimo, el más pequeño, que nacerá con una pierna más corta que la otra, a ése del que sus hermanos se burlarán y a ti te dará pena, le darás la piedra negra que yo te he regalado, porque el día en que él cumpla siete años llegarán los esbirros del rey, quien todavía creerá que lo ofendiste, a buscarte y hacerte pagar. Ellos entrarán en tu choza y caerán sobre ti, y sobre tu mujer y tus seis hijos primeros, y sólo el último logrará escapar, porque con su piernita coja provocará la risa y la piedad de su verdugo. Y el verdugo lo dejará esconderse, y él tendrá que esperar a que los esbirros quemen la casa, y destruyan las redes de su padre y las cazuelas de su madre y los anzuelos de todos sus hermanos, para salir de su escondite, llorar su pena, enterrar los restos. Y tú para entonces ya le habrás dicho, recuerda, que en la hora de mayor necesidad habrá de usar la piedra, ponerla contra su corazón y decir "Madre Ballena, Madre Ballena, ¿me quitarás mi pena?". Y cuando él arroje la piedra en la fosa por él excavada, yo acudiré, y con el agua mansa del fondo del mar lavaré la muerte de los cuerpos enterrados y los haré despertar, para que vivan aún muchos años de alegría. Y así tu séptimo hijo será el más querido, y nadie volverá a reírse de su defecto, que salvó tantas vidas.

»Pero ya vamos llegando, ya se ve la costa. Prepárate y no olvides nada de lo que te he dicho, oh pequeño mío, que la Madre Ballena es bondadosa y tu destino largo, y dificultoso, pero feliz al fin.

Llegaron a la costa, bajó el pescador del lomo de la Madre Ballena, la oyó despedirse y la vio marcharse. Dio la espalda al mar, miró hacia un lado, y vio a una docena de muchachas que se bañaban muy cerca de él. Todas, salvo una, eran hermosas y tenían conchas marinas en su pelo. Y el pescador, de pronto, se sintió preso en las palabras de la Madre Ballena, que habían trazado su camino futuro. Y pensó en los seres que pueblan las historias, y que forzados por ellas van, sin poder opinar ni resistirse, a la vida y a la muerte. Y se sintió de pie en la palma de una mano inmensa, que lo tomaba y no lo soltaría sino en la última palabra.

Alberto Chimal

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lunes, 8 de julio de 2024

Francisca Sarasate (La Coruña, 1853 – Pamplona, 1922)

Escritora y poeta.

Entre sus obras, “Amor divino”, “Romancero aragonés”, “Fulvia o Los primeros cristianos” y “Cuentos Vascongados”.

Los blancos Pirineos

Los blancos pirineos

de lejos veo ya

mi corazón palpita

con fuerza sin igual.

Es que de mis montañas

el mágico esplendor

anima el alma mía

con juvenil ardor.

(bis)

 

A ti vuelvo Vasconia

contento y venturoso

a buscar en tu seno

tranquilidad y amor.

De ti lejos, oh patria

los goces y placeres

son fingidos delirios

de mentida ilusión.

bis)

 

En pueblos y naciones

tu nombre se pronuncia

con culto cariñoso

y de esto la razón

es que tus hijos honran

su patria cual ninguno

y vida y alma entregan

Vasconia por tu amor.

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martes, 2 de julio de 2024

Adrián Flor (Zaragoza, 1990)

Es licenciado en Filología Hispánica y poeta. Entre sus obras: ‘Compañero de viaje’ y ‘Autobusrio’.

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Puentes

He tendido puentes

construidos sobre la luna

o puentes semi-derruidos

que avocaban al bosque más oscuro

o puentes preciosos

que nada aportaban

a la silueta de mi ciudad

o puentes

que no llegaban a construirse.

Por fin un puente

que pasa por mí mismo,

con el detalle

de no contaminar mi corazón,

ni estropear la armonía del paisaje.

Los pájaros se acercan ahora

al puente

a beber del agua mansa

sin peligro que les aceche.

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