Filólogo, articulista, ensayista,
narrador y poeta, nacido en Barbastro en 1962. Algunas novelas suyas son
“Magia” y “España”. Algunos de sus poemarios son “El cielo”, “Resurrección” y
“Calor”. Entre sus premios cuenta con el “Gil de Biezma”.
Sus poemas son textos poéticos, con apariencia prosaica, pero se adivinan
hermosos “brotes verdes”, como alguien acuñó e hizo fortuna, y “hay tela que
cortar” como acostumbra a decir una amiga mía.
De notar es su particular visión de la vida a través de un cáustico sentido
del humor.
.........
Historia de
una camarera
Encima de la cama estoy, sin
sueño, está amaneciendo en Cádiz, se oyen gaviotas trayendo el
nuevo día, que yo no sé si viviré, porque tengo ganas de morir, y
llaman a la puerta, y es el servicio de habitaciones, que me trae el
desayuno delicioso: pruebo un poco de todo, y he salido
desnudo a recibir mi bandeja, y una camarera veinteañera se
ha ruborizado, es la playa y el mar, le he dicho con acento francés,
fingiendo ser un turista, y ella iba tan guapa con su
bata azul, y tan limpia y tan mona, y cómo se notaba lo bien que
había dormido; ven, pasa, le he dicho, nséñame el color
de tus bragas y te daré diez billetes, sólo quiero saber de
qué color son y tal vez si están ya un poco viejas, cuánto te
pagan en el hotel, enséñamela y luego te dejaré mi cartera y
coges lo que te dé la gana.
Está bueno el café, el cruasán
lleva miel y las frutas están maduras, y ella ha puesto una
pierna sobre la silla y se ha subido la falda y no llevaba bragas,
me ha enseñado su culo, su precioso culo de camarera y
se ha reído un buen rato, y casi me ha apetecido tocarle
el culo pero para qué hacerlo,
para qué acariciar una bestia
salvaje como ésta que se esconde bajo la apariencia de una
inocente camarera, con ver el capricho de su ausencia de
bragas, su descaro virginal, su carne dulce y su muslo
firme, el vello suave, ordenado, me basta y le he dado un cheque de cien
billetes porque pensaba morirme esta mañana, pero la
sorpresa de que mi camarera no llevase bragas, ni rojas ni
negras ni blancas, me ha devuelto el interés por la vida, porque
la vida es una inacabables fantasía.
Me despido de ella y le digo lo
que el espectro del padre de Hamlet a su hijo
“recuérdame” y pongo voz grave y teatral, y ella me sonríe de nuevo, y se
va contenta con su pequeña fortuna.
Y otra vez vuelvo a ser feliz,
y dejo el café con leche y las tostadas y me pongo ginebra en el vaso
del zumo de naranja, y ya hace calor, y miro el mar desde la terraza
de mi habitación, y me afeito y me ducho, y paseo desnudo por
la habitación, y bebo más, y me pongo un exquisito traje
de verano, y salgo a la calle.
Manuel Vilas
………..
De amicitia
Ya no tengo amigos, los perdí o
los engañé o me engañaron
y los eché de mis días que
quedaron vacíos como estrellas en el cielo;
y poco me apena estar solo en
las barras de los bares leyendo
los periódicos y mirando esos
corros de adultos que hablan y ríen.
Fundamentalmente era falsa la
amistad en cuanto a los altos cometidos
que se le suponen. Frente al
amor, que éste sí lo tengo, la amistad
es cosa de hipócritas, de
ociosos, de gente vulgar a quien gusta la retórica
y las histriónicas emociones,
la gravedad fatua y el alarde febril.
Si no me crees, pon a prueba a
tus amigos, que den la vida por ti,
dala tú por ellos sin pensarlo
un instante, sin que asome en tus ojos
la mínima duda de que todo no
sea una farsa y que tu amigo
es, finalmente, la cosa más
odiosa de la creación.
La amistad es una cosa de las
clases medias, de obreros, de destinos fáciles,
de opiniones comunadas por el
miedo, también de escritores
y artistas, y del engañoso arte
de pasar por el mundo
ayudado del codo ajeno cerrando
los ojos a nuestra privada naturaleza.
El amor, en cambio, el sucio
amor de los cómplices que se besan
y desnudos sufren en la alcoba,
ése es de naturaleza divina y ése tengo.
Manuel Vilas
……..
El Estilo de nuestro tiempo
No creáis que el hombre que de
su vida habla con cruel acento,
áspera palabra y enemigo gesto
de sí mismo es un indeseable.
Este hombre, conocido luego,
resulta adorable, simpático, generoso.
No diré entrañable, porque le
repelen los títulos del populacho.
Son paradojas del estilo de
nuestro tiempo, enigmas de la infelicidad
de los que no cabe asustarse
sino leerlos con acerada sonrisa.
Dejad que acaricie a vuestros
hijos aunque sus libros sean
los de un ingrato, un viejo
inmaduro que ultraja lo sagrado de la vida.
No dejéis de nombrarle hijo
predilecto de la villa en que nació:
Acudirá al acto, comerá con la
mujer del alcalde y dirá amables palabras.
Años lleva este hombre en un
cuarto sin luz, en una gran ciudad.
Entiende pocas cosas, no es
feliz, y como un perro faldero
acepta la caricia de
cualquiera, pero Dios, que creó su corazón
en noche desgraciada, le
conduce, a través de las palabras,
al acto grandioso de juzgar las
cosas y condenarlas en solitaria guerra.
Manuel Vilas