miércoles, 30 de enero de 2019


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René Crével (París. 1900 – 1935)

Junto con André Breton participa en la creación del movimiento surrealista. Por desavenencias con el grupo, se aleja de él. Se le diagnostica tuberculosis y, tomando conciencia de la gravedad de su enfermedad y agotado por los enfrentamientos entre los escritores partidarios de uno u otro movimiento, se suicida a la edad de 35 años.
Entre sus obras, “La muerte difícil”, Babilonia”, ¿Estáis locos? Y “Los pies en el plato”
Estas son unas supuestas declaraciones del poeta unos años antes del suicidio:

“Dicen que uno se suicida por amor, por miedo, por enfermedad... No es cierto. Todos aman o creen amar, todos tienen miedo a alguna cosa, todos son más o menos sifilíticos. El suicidio es un medio de selección. Se suicidan los que no tienen la casi universal cobardía de luchar contra cierta sensación del alma, tan intensa que hay que tomarla, por el momento, como una sensación de lo verdadero. Sólo esta sensación permite aceptar la más justa y definitiva de las soluciones: el suicidio”.

No basta la elocuencia
Mi corazón esta noche oscila
Y se desliza por el filo de un párpado
Lamparilla de miseria
Que no alcanza  a iluminar mi noche.
Hombre negro pero no de ónix,
hombre del color del despecho
Titubeando en las ciénagas de los odios mezquinos
Tú querrías
tal como una alondra su espejo
Un sol donde morir con tu pena
Buscas pero demasiado inquieto
Para encontrar tu paradero
Nada brilla
Ni los ojos, ni el hierro, ni el imán anónimo
Que liberan de los mil clavos
Tus dolores
En lo que el enjambre de las moscas de vuelo claudicante
de las moscas que sólo tienen un ala
Encienden mezquinas estrellas de sangre
Juglar
Juglar de palabras
Tus dichos se estrellan contra los muros
tu angustia  -- otra cinta frívola --
Corona
Un cerebro que ha jugado demasiado al juego de las
 equivocaciones
Las cartas de la desesperación
Esta noche
Son iguales a las cartas de las felicidades de antaño
¡ Qué podré decir entonces!
Qué te diré a ti
Hermano nacido de mis pies
Sobre un suelo en el que solo vives para espiarme

Vereda que yo he seguido
Por su mentira de granito
Olvidé que allá lejos estaba el mar
Y he huido del agua espejo de estrellas
Para cantar a una mano
En otra mano
río verde
Infancia plácida
piedad para el hombre que pasa
el hombre que muerde su labio
Con sus labios
Porque tiene miedo de olvidar el sabor de la boca
Timonel moreno vestido de tela azul
Con piel color de cabello,
¡ Hola! hermoso viajero,
Primero ibas hacia el mar
Ahora marchas sobre las olas
Y yo que busco  un agujero en el cielo, un ojo de buey
Yo soy el ahogado de las tierras.
Dime oh mi orgullo que no es
demasiado tarde para jugar al faro.
Y sobre el colchón de hierbas tiernas
desplómate en triángulos de metal.


René Crevel

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viernes, 25 de enero de 2019


Estas piernas húmedas no me pertenecen

Estas piernas húmedas no me pertenecen.
Caminan junto a mí pero no son las mías.
Mi corazón sabio me sugiere que no me asuste, porque no son mías.
Mis piernas han desaparecido,
suplantadas por trozos de carne húmeda que no reconozco, que olvido.

El azul de los brazos,
la devoción de los labios,
el giro de la cabeza hacia el firmamento. Universo negro.

Creador de paraísos ajenos, ¿en qué dirección buscarte?

Virajes, latitudes, orientación en brújula.
Vergel de verdes pájaros y sonidos mansos.
Explícame en qué cumbre. Explícame cómo. Y dime, ¿por qué esa altura?
Semejante altura para seres tan diminutos.

No puedo interrumpir ahora la huída. Iniciada está y seguiré.
Las piernas no mías me orientan.
Observador de ni escasez, háblame.
¿Cómo sabré que puedo detenerme?

Pilar Adón

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domingo, 20 de enero de 2019

Capítulo 7 de Rayuela

“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera…
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran. Respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un sire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, en movimientos vivos. De fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y temible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar junto a mí como una luna en el agua”.



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Seguro que has “jugado al cíclope” muchas veces, sólo que no se te había ocurrido llamarlo así. La genial ocurrencia se le ocurrió a un genio, a Cortázar. Y por sólo esta imagen, esta ocurrencia, el texto antes reproducido bien merece por derecho propio ser considerado como prosa poética de alto contenido lírico y alto nivel literario.
Seguro que alguna vez, sin dejar de miraros a los ojos, os habéis ido acercando tanto, tanto que, en un momento dado, se os han superpuesto los dos ojos y os habéis convertido en cíclopes, con uno solo, en medio de la frente. Y entonces…lo que al principio es suave y delicado, poco a poco va tomando proporciones ciclópeas, gigantescas, descomunales hasta hacer temblar vuestros cuerpos como si en ellos os andaran polifemos airados y borrachos…

¿Y la imagen del temblor de la luna en el agua? ¿No es genial este cierre?

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lunes, 14 de enero de 2019


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Agustín Calvo Galán (Barcelona, 1968)


Licenciado en Geografía e Historia y poeta visual. Con sus poemas visuales ha participado en  numerosas exposiciones y y su obra ha sido recogida en varias antologías especializadas.

Entre sus obras, “Letras transformistas”, “Poemas para el entreacto” “A la vendimia de Portugal”, “Escozor nuestro de cada día”.



El encuentro

Por fin, en la madrugada se abren las puertas
del infierno,
y todos caen. Yo caigo tras ellos
preguntándoles
¿quién de vosotros
me reconocerá?

El amanecer
es una línea sobre la que se sostienen
las palabras del atrevimiento
unto  mis manos con el eccema de sus plumas

¿quién de vosotros?

Quiero su deseo gris, fugaz,
el escozor de este dolor humanizado
subiéndome por las fosas nasales

¿Quién
me aguardará en su abrazo líquido?

el aire nos espera, su naturaleza
me niega, todo se despide ante mí,
ni siquiera me queda el peso de sus nombres
ascienden ligeros, ya si añoranza
la coraza que sostiene mi mirar
no se disolvió ante su aletear de enamorados
y expió su extraño adiós.

 Agustín Calvo Galán

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miércoles, 9 de enero de 2019


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Miguel Epinosa (Caravaca de la Cruz, 1926 – 1882)


Licenciado en Derecho, escritor y poeta.

Entre sus obras, “Reflexiones sobre Norteamérica”, “Escuela de mandwrines”, “La Tríbada Falsaria” y “La feliz Gobernación



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Elegía a Maravilla Girones

Desde que estás entre los muertos,
los muertos siento como la otra forma
del propio modo mío: vosotros,
aprisco tras la puerta del momento
detenido en el momento.
Habitas el rebaño silente,
más manso que el fluir de los siglos,
real, sometido a la más alta ley,
inmerso en el más alto misterio;
con tu mismo talante lo habitas,
y sonríes con tu mueca de niño.
Te esencias en lo quedo y sin tiempo:
no cercos, no silbos, no rumores,
sino lo que al ser nombrada eres
por la Palabra que puede nombrarte
nombrando con tu  nombre lo que eres:
tú, lo irrepetible, calma,
resignación, benignidad, sonrisa…
Metáfora eres, ontología increada,
significado, verbo, afección, acto,
no casualidad ni simple inmanencia.
Viniste y fue un misterio;
un misterio fue cuando te fuiste,
y un misterio también me dejaste.
Anhelada mesmedad de mí mismo
es la materia de tu ser envejecido,
sacralidad a donde tiendo las manos,
buscándome continuo, naturaleza mía,
habitante cierta de mí, mi continente,
Maravillas, que serás nombrada
con la necesidad de mi contingencia.
Llámame, tu voz, oída en mis sueños,
me devuelve al claustro materno
y recrea en mí todos los sucesos:
olores, tactos, cosas, susurros,
interioridad, locuacidad, signo,
pasmo de ser, memoria, amor deferido,
niñez, adolescencia y mocedad contigo.
Pues fuiste el niño, el muchacho, el mozo,
del niño que pariste y que llevabas
antes de que te sonriera aquel mozo.
Niña fuiste, gacela, gentil pecosa;
madre, hija, corza, gacela, de tu hijo;
bondad, principio, modestia fuiste;
inteligencia, paz, suceso aceptado.
Y en la planicie de tus manos,
al final del camino, en el silencio andado,
se manifestó lo vencido como lo único digno.

Miguel Espinosa

viernes, 4 de enero de 2019


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José Verón Gormaz (Calatayud, Zaragoza, 1946)

Ingeniero agrícola, fotógrafo, escritor y poeta.

Entre sus obras, ‘Sala de espejos’, ‘Pequeña lírica nocturna’, ‘Libro de horas perseguidas’, ‘Baladas para el tercer milenio’ y ‘A orillas de un silencio’.


Avatares

Un día cualquiera, con amoroso hálito
soplará el sol sobre los cuerpos rancios
de los vagabundos,
y en la vieja taberna,
donde la vida pasa como el viento,
alguien levantará su copa
y brindará por algo memorable.

Un otoño cualquiera,
cuando el frío desnude lentamente los árboles
y el abanico gris de la estación
deshaga el humo sucio de las chimeneas,
alguien se irá muy lejos
en busca de otros mares.

Y un instante cualquiera,
en la doliente lucidez
que dan la soledad y la distancia,
bajo un cielo extranjero o un techo consumido
alguien vivirá la trémula emoción de leer un poema
 que, sin saberlo,
                               a esa persona dediqué.


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La senda errada

¡Ay de las horas que hilan sus minutos
con ecos de una voz desesperada!
¡Ay de los días que urden en la nada
del silencio los transparentes lutos!

Los jinetes del tedio son astutos;
no sientes el tropel de su llegada,
ni entiendes que su furia sosegada
vaya hilando sus reinos diminutos.

Y arde la soledad sobre los días,
que hurtó a la vida el deplorable beso
de las ciegas cenizas del error.

Sólo quedan, desiertas y vacías,
islas muertas que esperan el regreso
del tiempo ardido en nombre del amor.


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