Miguel Epinosa
(Caravaca de la Cruz, 1926 – 1882)
Licenciado en Derecho, escritor y poeta.
Entre sus obras, “Reflexiones sobre Norteamérica”, “Escuela de
mandwrines”, “La Tríbada Falsaria” y “La feliz Gobernación
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Elegía a
Maravilla Girones
Desde que estás entre los muertos,
los muertos siento como la otra forma
del propio modo mío: vosotros,
aprisco tras la puerta del momento
detenido en el momento.
Habitas el rebaño silente,
más manso que el fluir de los siglos,
real, sometido a la más alta ley,
inmerso en el más alto misterio;
con tu mismo talante lo habitas,
y sonríes con tu mueca de niño.
Te esencias en lo quedo y sin tiempo:
no cercos, no silbos, no rumores,
sino lo que al ser nombrada eres
por la Palabra que puede nombrarte
nombrando con tu nombre lo que
eres:
tú, lo irrepetible, calma,
resignación, benignidad, sonrisa…
Metáfora eres, ontología increada,
significado, verbo, afección, acto,
no casualidad ni simple inmanencia.
Viniste y fue un misterio;
un misterio fue cuando te fuiste,
y un misterio también me dejaste.
Anhelada mesmedad de mí mismo
es la materia de tu ser envejecido,
sacralidad a donde tiendo las manos,
buscándome continuo, naturaleza mía,
habitante cierta de mí, mi continente,
Maravillas, que serás nombrada
con la necesidad de mi contingencia.
Llámame, tu voz, oída en mis sueños,
me devuelve al claustro materno
y recrea en mí todos los sucesos:
olores, tactos, cosas, susurros,
interioridad, locuacidad, signo,
pasmo de ser, memoria, amor deferido,
niñez, adolescencia y mocedad contigo.
Pues fuiste el niño, el muchacho, el mozo,
del niño que pariste y que llevabas
antes de que te sonriera aquel mozo.
Niña fuiste, gacela, gentil pecosa;
madre, hija, corza, gacela, de tu hijo;
bondad, principio, modestia fuiste;
inteligencia, paz, suceso aceptado.
Y en la planicie de tus manos,
al final del camino, en el silencio andado,
se manifestó lo vencido como lo único digno.
Miguel Espinosa
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