domingo, 26 de abril de 2020


Biografía de Mario Melendez

Mario Meléndez (Linares, Chile, 1971)


Periodista y poeta.

Entre sus obras, “Autocultura y juicio”, “Apuntes para una leyenda”, “Vuelo subterráneo”.


Entre sus premios, el “Municipal de Linares”.


La última cena

Y el gusano mordió mi cuerpo
y dando gracias
lo repartió entre los suyos diciendo
“Hermanos
éste es el cuerpo de un poeta
tomad y comed todos de él pero hacedlo con respeto
cuidad de no dañar sus cabellos
o sus ojos o sus labios
los guardaremos como reliquia
y cobraremos entrada por verlos”


Mientras esto ocurría
algunos arreglaban las flores
otros medían la hondura de la fosa
y los más osados insultaban a los deudos
o simplemente dormían a la sombra de un espino

Pero una vez acabado el banquete
el mismo gusano tomó mi sangre
y dando gracias también
la repartió entre los suyos diciendo
“Hermanos
ésta es la sangre de un poeta
sangre que será entregada a vosotros
para el regocijo de vuestras almas
bebamos todos hasta caer borrachos
y recuerden
el último en quedar de pie
reunirá los restos del difunto”

Y el último en quedar de pie
no solamente reunió los restos del difunto
los ojos, los labios, los cabellos
y una parte apreciable del estómago
y los muslos que no fueron devorados
junto con las ropas
y uno que otro objeto de valor
sino que además escribió con sangre
con la misma sangre derramada
escribió sobre la lápida
“Aquí yace Mario Meléndez
un poeta
las palabras no vinieron a despedirlo
desde ahora los gusanos hablaremos por él


Mario Meléndez

Poemas de Mario Melendez

Sangre en el exilio

Cuando llegó el invierno a Chile
miles de pájaros volaron con la primera lluvia
estaban asustados entre la sombra y la muerte
y prefirieron emigrar con sus vidas hacia otras vidas
Tomaron el primer avión desesperados
Se arrojaron a los muelles persiguiendo barcos
cruzaron las montañas huyendo de las lanzas
y dejaron atrás la patria y a los herederos del hambre
Algunos no despegaron jamás
les arrancaron las alas en el intento y la lucha
desparecieron con nombre y apellido
bajo los árboles de hierro
los encerraron en jaulas por especies
y cunando años después los encontraron
tenían la caricia del cuervo entre sus plumas
Los otros, los perseguidos
los pájaros del pueblo que lograron atravesar la muerte
debieron acostumbrarse a volar de otra manera
a sentir de otra manera, a respirar de otra manera
La tierra ajena los había recibido
la tierra amiga los invitaba a su mesa
a compartir el pan y sus dolores
Muchos incluso en la agonía
soñaron con ver la patria por última vez
pero la patria también agonizaba
había querido volar con sus alas rotas.

Mario Meléndez

Artistas nicaragüenses resisten en el exilio y un documental ...

lunes, 20 de abril de 2020


Isabel de Castro y Andrade (Puentedeume, La coruña, 1528 – 1582)

Condesa de Altamira, escritora y poeta.


Competencia entre la Rosa y el Sol

Púrpura ostenta, disimula nieve,
entre malezas peregrina rosa,
que mil afectos suspendió frondosa,
que mil donaires ofendió por breve.

Madre de olores a quien ambas debe
lisonjas, no por prenda de la diosa,
mas porque a los aromas deliciosa
lo más sutil de los alientos bebe.

En prevenir al sol tomó licencia:
sintiólo él, que, desde un alto risco,
sol de las flores halla que le incita;

miróla al fin ardiente basilisco,
y, ofendido de tanta competencia,
fulminando veneno la marchita.

Isabel de Castro y Andrade

Fernán Martís e Isabel de Castro e Andrade, dous vagalumes eumeses ...

miércoles, 15 de abril de 2020


MAESTROS ESPAÑOLES DEL RETRATO: Luis Herreros de Tejada
Luis Herrero de Tejada (Borja, Zaragoza, 1716 – Calanda, Teruel, 1767)

Jurista, escritor y poeta.


Entre sus obras, ‘Loas a San Juan Bautista’, ‘Poesías místicas a la Virgen del Pilar, patrona de Calanda’, y ‘No siempre quien escucha su mal oye’.






SONETO

¿Por qué dichosa Villa de Calanda
cuando tu amante madre y reina mía
sale a poblar el mundo de alegría
tu voz envuelta entre suspiros anda?

Si ya la hermosa emperatriz del cielo
a tus cordiales ecos atendiendo
con agua cristalina fue cubriendo
tan solamente tu dichoso suelo.

¿Por qué en el día en que el sol hermoso
con sus rayos tus calles ilumina
tu pecho se conduele y afemina?

Porque es mucho favor a un hombre ingrato
y porque siempre tiene igual lugar
un gozo inopinado que un pesar.



viernes, 10 de abril de 2020


Biografía de Virginia Woolf escritora británica
Virginia Woolf (Londres, 1882 – Río  Ouse, 1941)

Feminista, crítica literaria, editora, ensayista, escritora de cuentos y novelista.
Entre sus obras “Orlando”, “Al Faro”, “Las olas”, “La señora Dalloway” y “Una habitación propia.”
A lo largo de su vida sufrió muchas depresiones e impulsos suicidas. Terminó por suicidarse, llenándose de piedras los bolsillos de su abrigo y ahogándose en el rio.


La casa encantada

A cualquier hora que una se despertara, una puerta se estaba cerrando. De cuarto en cuarto iba, cogida de la mano, levantando aquí, abriendo allá, cerciorándose, una pareja de duendes.
“Lo dejamos aquí”, decía ella. Y él añadía: “Sí, pero también aquí” "Está arriba”, murmuraba ella. “Y también en el jardín”, musitaba él. “No hagamos ruido”, decían, “o les despertaremos.”
Pero no era esto lo que nos despertaba. Oh, no. “Lo están buscando; están corriendo la cortina”, podía decir una, para seguir leyendo una o dos páginas más. “Ahora lo han encontrado”, sabía una de cierto, quedando con el lápiz quieto en el margen. Y. luego, cansada de leer, quizás una se levantara, y fuera a ver por sí misma, la casa toda ella vacía, las puertas quietas y abiertas, y sólo las palomas torcaces expresando con sonidos de burbuja su contentamiento, y el zumbido de la trilladora sonando allá, en la granja. “¿Por qué he venido aquí? ¿Qué quería encontrar?” Tenía las manos vacías. “¿Se encontrará acaso arriba?” Las manzanas se hallaban en la buhardilla. Y, en consecuencia, volvía a bajar, el jardín estaba quieto y en silencio, como siempre, pero el libro se había caído al césped.
Pero la habían encontrado en la sala de estar. Aun cuando no se les podía ver. Los vidrios de las ventanas reflejaban manzanas, reflejaban rosas; todas las hojas eran verdes en el vidrio. Si ellos se movían en la sala de estar, las manzanas se limitaban a mostrar su cara amarilla. Sin embargo, en el instante siguiente, cuando la puerta se abría, esparcido en el suelo, colgando de las paredes, pendiente del techo… ¿qué? Yo tenía las manos vacías. La sombra de un tordo cruzó la alfombra; de los más profundos pozos del silencio la paloma torcaz extrajo su burbuja de sonido. “A salvo, a salvo, a salvo…” latía nuevamente el pulso de la casa. “El tesoro está enterrado; el cuarto…”, el pulso se detuvo bruscamente. Bueno, ¿era esto el tesoro enterrado?
Un momento después, la luz se había debilitado. ¿Afuera, en el jardín quizá? Pero los árboles tejían penumbras para un vagabundo rayo de sol. Tan hermoso, tan raro, frescamente hundido bajo la superficie el rayo que yo buscaba siempre ardía detrás del vidrio; muerte era el vidrio; muerte mediaba entre nosotros; acercándose primero a la mujer, cientos de años atrás, abandonando la casa, sellando todas las ventanas, las estancias quedaron oscurecidas. Él lo dejó allí, él la dejó a ella, fue al norte; fue al este, vio las estrellas aparecer en el cielo del sur; buscó la casa, la encontró hundida bajo la loma- “A salvo, a salvo, a salvo, latía ligeramente el pulso de la casa. “El tesoro es tuyo.”
El viento sube rugiendo por la avenida. Los árboles se inclinan y vencen hacia aquí y allá. Rayos de luna chapotean y se derraman sin tasa en la lluvia. Rígida y quieta arde la vela. Vagando por la casa, abriendo ventanas, musitando para no despertarnos, la pareja de duendes busca su alegría.
“Aquí dormimos”, dice ella. Y él añade: “Besos sin número” “El despertar por la mañana…” “Plata entre los árboles…” “Arriba…” “En el jardín…” “Cuando llegó el verano…” “En la nieve invernal…” Las puertas siguen cerrándose a lo lejos, distantes, con suave sonido como el latido de un corazón.
Se acercan más, cesan en el pasillo. Cae el viento, resbala plateada la lluvia en el vidrio. Nuestros ojos se oscurecen, no oímos pasos a nuestro lado, no vemos a señora alguna extendiendo su manto fantasmal. Las manos del caballero forman pantalla ante la linterna. Con un suspiro, él dice: “Míralos, profundamente dormidos, con el amor en los labios.”
Inclinados, sosteniendo la linterna de plata sobre nosotros, nos miran larga y profundamente. Larga es su espera. Entra directo el viento; la llama se vence lentamente. Locos rayos de luna cruzan el suelo y muro, y, al encontrarse, manchan los rostros inclinados; los rostros que consideran; los rostros que examinan a los durmientes y buscan su dicha oculta.
“A salvo, a salvo, a salvo”, late con orgullo el corazón de la casa. “Tantos años…”, supiera él. “Me has vuelto a encontrar.” “Aquí”, murmura ella, “dormida; en el jardín leyendo; riendo, dándoles la vuelta a las manzanas de la buhardilla. Aquí dejamos nuestro tesoro…” Al inclinarse, su luz levanta mis párpados. “¡A salvo! ¡A salvo! ¡A salvo!, late enloquecido el pulso de la casa. Me despierto y grito: “¿Es este el tesoro enterrado de ustedes? La luz en el corazón.”

Virginia Woolf

Mujeres de carne y hueso: La casa encantada de Virginia Woolf

domingo, 5 de abril de 2020


El deseo
Noche
de insomnio negro.

Sobre un talud de cardos,
crispada me recuesto.
En cada pliegue blando
recóndito del lecho:
una espiral de miel,
un cuchillo de fuego.

Incrustado
a mi cuerpo
tentáculo feroz
y agresivo: el deseo.

Gritos broncos derriban
murallas de silencio.
Sofocante me absorbe
la boca que no tengo.
Mordaza de mi mutismo.
Pantera de mi desierto.
Hoguera de mi penumbra.
Abismo de mi tormento.
En un rojo
revuelo
de combates
sin freno, abierta,
desmembrada
me consumo y me pierdo.
En la noche demente,
resucitada muero:
con la boca quemada,
con los flancos ardiendo.

 Lívida madrugada
cortará el aire denso.

Y el rostro que persigo
morirá en el espejo.

María Martínez Abelló.

DONES DE CATALUNYA: MARIA MARTÍNEZ ABELLÓ