sábado, 26 de octubre de 2019

 Canción del pirata

CON diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín:
bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo el mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa.
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente, Estambul.

“Navega, velero mío,
sin temor;
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.
(…)

Espronceda
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¿Quién no conoce “La canción del pirata”? ¿Quién no sabe de memoria, al menos la primera estrofa?
Merecía la pena recordar una vez más este poema tan popular, por lo menos un buen trozo de él.
José de Espronceda (1808 – 1842) nació en Almendralejo (Badajoz). Si hay un poeta representativo del Romanticismo, éste es Espronceda.
Tiene dos poemas narrativos extensos: “El estudiante de Salamanca” y “El diablo mundo”. Tiene además muchos poemas cortos, que él llamó “Canciones”. Además de “La canción del pirata”, son conocidos “La canción del cosaco”, “El verdugo”. “El reo de muerte”, “El mendigo”… Personajes todos ellos marginados o excluidos de la sociedad. En este sentido puede decirse que es un antecedente de la llamada poesía social.

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